domingo, 12 de octubre de 2014

Sabor de tu piel

Una vez más te observo y cada día es un nuevo motivo. 

Te toco y te miro. La luz del pasillo que llega hasta la habitación, el viento gélido que se cuela por la ventana y contigo en la cama, voy tocándote el cabello y delineando tu silueta entre las delicadas sábanas de satín que cubren tu desnudez y entre las formas caprichosas que entre luces y sombras se dibujan instintivamente llega mi mano a la tuya. Apriétame fuerte, es lo que se escucha entre el murmullo.

Me miras; me acerco y nuestros ojos se encuentran como magnetizados para engancharnos en una mirada llena de deseo, lujuria y pasión. El fuego en tus ojos, reflejo de la pequeña lámpara en tu buró, me dejan ver tus mejillas enrojecidas, y enmarcando tu rostro esa sonrisa tan espontánea que derrite mis sentidos. Tus ojos...

Me pierdo en tu mirada.

Recorro lentamente tu rostro con mi mano, como tratando de reconocer en medio de la noche las formas de tu cara, siguiendo un poco más hasta tocar el cuello; las manos siguen explorando y tu pecho comienza a dejar sentir los latidos del corazón y tu respiración comienza a ser cada vez más rápida. Te miro mientras sigo acariciándote el cabello.

Muerdes tu labio de la manera más sensual que jamás haya visto. Cierras los ojos y comienza la magia y el encanto. Entre los suspiros y gemidos, sigo repasando cada rincón de tu existencia y te acaricio con la delicadeza que merece bella y delicada rosa, pero con la fuerza de la pasión que esta noche explota. El hechizo y la pasión se juntan entre sabanas marrones y cortinas blancas.

Tu espalda, desnuda y tibia que tanto me fascina recorrer mientras escucho cada vez más como pierdes un poco de cordura con la cadencia de las caricias delicadas y sutiles.

Tu mirada intensa, enajenante y pícara, reflejo del erotismo puro que generas, puede cambiar un día pesaroso; no hay más que decir excepto que el brillo de tus ojos es único. Dador de vida, así lo veo.

Tu voz, que sin decir palabra alguna me puede elevar hasta las nubes con tan sólo escucharla cercana mientras tus manos delicadas y tersas se aferran a las mías como no queriendo soltarme para que el vuelo no sea demasiado alto.

Tu perfume, tu risa… podría seguir escribiendo, pero la tinta no basta.

Cada noche, cada mirada y cada palabra quedaban grabadas en mi mente, mi bella Leonora, pues mientras nos alcance la vida sin importar la oscuridad, el frío y la ceguera, el deseo de tenernos seguirá creciendo pues tus ojos son mi luz; me regalas tu calor en un abrazo, con una bendición o un beso y el mejor mapa para recorrer el camino, así en la tierra como en el cielo, siempre será tu cuerpo entre las sábanas marrón.
Después de todo aquello, en medio del silencio te contemplo mientras duermes, tranquila y con un gesto dulce, entre el sonido de los grillos y el canto de los primeros pájaros que antes del alba cantan para velar tu sueño. El sol, que va pintando de naranja el cielo matutino mientras se levanta por el este, poco a poco se cuela por la ventana para iluminar tu silueta que brilla como un lucero en la mañana. 

Y así será todas las mañanas...

Después de todo, qué sería la vida si no te dejaras llevar por el placer de disfrutar, amar y admirar a tu pareja.


Carlo Moreno Jiménez 
(El Andariego)

Ciudad de México, a 30 de septiembre de 2014