domingo, 30 de junio de 2013

Recuerdo nocturno.

Mientras escribo esto, la lluvia y el sonido de mi máquina de escribir me acompañan. la soledad de nuevo te trae a mis pensamientos que simplemente esta noche te quieren mandar al olvido.

Mi nombre es Santiago...

No hay luz en casa. Son casi las 12 de la noche y la oscuridad comienza a apoderarse de cada uno de los cuartos. Buscando algunas velas para iluminar un poco mi espacio, me he encontrado con la vieja máquina de escribir que me regalara el abuelo antes de que saliera a la aventura. 

La vuelvo a usar como no lo hacia hace ya varios años, desde que estudiara en la Universidad. La modernidad, me hizo que la relegara y la arrumbara en un armario, tanto o más escondido como tu recuerdo; pensé haberte olvidado, pero al final de todo, no fue así.

Ay.

Después de tantos años, de tratarte de borrar de mis notas y mis pensamientos te apareciste, así de repente, una noche parecida a esta. Te recuerdo muy bien. Ciertamente te veías radiante, tanto o más como un diamante a contraluz que brilla y encanta. Con sólo levantar la mirada para admirarte, como siempre lo hice, volví a caer rendido a tus encantos. ¡Maldita sea, otra vez!


De nuevo me perdí en el encanto de tu voz. Esa adicción, la cual creía superada, regreso con más fuerza. Ciertamente recaí en ese vicio de mirar tus ojos, tomar tus manos y besar tu cuello. 


Desde la última vez que nos vimos, si mal no recuerdo, fue el 22 de septiembre del noventa y tantos... Precisamente entraba el otoño, como lo recordarás, te tome por la cintura, en medio de la sala para irte quitando poco a poco la blusa. Cada botón, cada costura, la recorría con tal sutileza que me dejara ver tus gestos y como mordías tus labios rojos encendidos, tanto o más como la pasión que iniciamos aquella vez, y que término en la cocina con un buen café y otra serie de besos y caricias.

Lo sé, hace ya un largo rato de aquellos momentos en los que importaba poco el tiempo; en que la vida no iba tan deprisa y el sexo era cosa de todos los días. Más que sexo, siempre fue amor.

La vida y las circunstancias nos llevaron por diversos caminos que no seguimos juntos, pero, al verte de nuevo esa noche, descubrí que las circunstancias vividas no sólo te volvieron más madura e intensa, sino que la belleza física resalto a la vista y, si así me permites decirlo, tu excitante silueta me hizo desearte mas que antes.

Después de invitarte a casa para platicar más acerca de nuestras vidas, me invadió esa necesidad de besarte hasta el cansancio. Como lo notaste, no lo pude evitar; tus ojos, tan expresivos como siempre, se fueron cerrando poco a poco, mientras bajaba por tu cuello, apretándote la mano y recorriendo con la otra el escote hasta quitarte el vestido azul que traías puesto. 

Sentí como tu corazón palpitaba descontrolado, mientras mis manos seguían bajando más, y más, y más... Hasta qué se perdieron entre tus muslos, tocándote el sexo sin dejar de besar esos labios enagenantes. Me mirabas mientras comenzabas a quitarme el saco, a desabrochare el corbatín y nos íbamos despojando de la ropa que nos estorbaba para amarnos como hacia tanto no lo hacíamos.


De pronto, entre los besos, las caricias y los gemidos, un fuerte estruendo y luego oscuridad. La tormenta provoco un escenario aún más excitante. Por una de las ventanas se colaba la luz azul de la luna que plateaba tu piel y que se reflejaba en tus ojos, grandes y expresivos. Los dos estábamos tirados en el piso sin limitación alguna; solo nosotros dos y un par de almohadas.

Llegamos juntos al clímax. Abrazados, en el suelo e iluminados por la luna, dormitamos un poco hasta que de pronto sentí el frío de tu partida. Sin palabra alguna, simplemente te vestiste, me diste un beso y te fuiste. 

Mi querida Eugenia. Desde aquella vez anhelé tenerte una vez más frente a mi para decirte tantas cosas; tanto es lo que guardaba por decirte que al ver como te ibas, lo mande al carajo. Ahora, en la soledad de mi sitio, escribiendo en esta oscuridad, redacto esta pequeña carta que nunca habrás de leer, que nunca sabrás que existió.

Así como alguna vez arrumbe esta vieja máquina de escribir en el armario, así también habré de guardar esta carta en un lugar muy escondido, donde sólo sepa que fuiste, una vez más, un recuerdo nocturno.


Carlo Moreno-Jiménez "el Andariego"
Ciudad de México, Distrito Federal, a 30 de junio de 2013

viernes, 7 de junio de 2013

Nunca es tarde.

Un día escuche que alguien decía “Nunca es tarde para perdonar, olvidar y volver a amar”.

Me quede pensando en ese juego de palabras y de pronto todos eso recuerdos llegaron a mí, solo recuerdos buenos, esos que me hacían suspirar, esos que me hacían añorar.

No recuerdo muy bien cómo fue que empezó todo, sólo recuerdo lo bien que me hizo sentir; algo que jamás podre olvidar.

Día y noche me buscaba, me enamoraba con palabras divinas, sabia como jugar con sus versos… y bien sin más rodeos les contare esta historia que parecería tan utópica que se creería que fue un sueño.


Era temporada de mañanas agradables y tardes calurosas, donde las noches se ocupaban para soñar. Un día llamo a mi puerta, era él, un hombre que en ese momento sólo era alguien más en mi vida, ese que sin pensar se volvería el más lindo pero inexplicablemente... el más triste de mis recuerdos.

Él y yo, pasábamos tardes hablando. Los minutos, las horas, el tiempo pasaba tan rápido que no nos percatábamos que la Luna nos saludaba; era así, día tras día. Llegaba por las tardes y se iba por las noches... Sin duda esos fueron los mejores momentos de mi vida.

Un día él preguntó si podíamos ir a ese cafecito de la esquina, cambiar el ambiente, salir de nuestra rutina, pero desafortunadamente yo tenía que ir a un viaje inesperado, él dijo que no importaba que aun así seguiríamos hablando hasta el anochecer, que él estaría ahí; tuve que partir.

...Y así fue, durante un mes completo me enamoro, con palabras y cartas que solo un gran poeta podría construir, yo no sabía que serían las palabras que me llevarían a mi desgracia...

Después de pasar ese largo mes en la playa, el regreso era inminente y él estaba ahí esperando por mí, yo no entendía que estaba pasando pero simplemente me dejaba llevar, era la sensación más ligera y agradable que jamás había experimentado. Éramos ese algo que no se puede explicar, ese algo que hace vibra; ante los ojos de los demás intentábamos fingir, hasta que un día no lo pudimos controlar.

Recuerdo que era una tarde de agosto, calurosa, implacablemente llena de personas; los caballeros platicaban y las damas caminaban con sus sombrillas intentando captar un poco la atención de aquellos; mi mente me revoca a aquella tarde como si hubiere sido ayer. Lo vi ahí parado tan majestuoso como solo él, se encontraba con sus amigos, charlando entre humo de tabaco y olor a jerez; me descubrió mirándolo, veía como lentamente me acercaba a su grupo reducido de personas, y yo, me descubrí haciendo aquello sin pensar, sin importarme que dirían los demás, me acercaba y a medida que esto ocurría con mayor velocidad descubrí que una sonrisa se pintaba en su boca. Al fin logre llegar a mi objetivo y recuerdo tener aquella sensación que se tiene cuando uno al fin abre los regalos de Navidad, lo salude con una gran sonrisa, le mostré todos los dientes, logre decir un tímido “hola” y él sólo me tomo de la cintura con su brazo izquierdo, como si fuera algo tan normal, algo cotidiano, por obviedad sus acompañantes se perturbaron ya que no esperaban alguna visita femenina, pero ni a él ni a mi nos importó, seguimos en esa posición, hablando con normalidad, con sinceridad, volteándonos a ver cada dos segundos y regalándonos una sonrisa mutua.

Decidí retirarme ya que si me quedaba más tiempo perdería el control, lo tomaría del rostro y le besaría aquellos sus labios rojos como el carmín, me aleje con aquella sensación de mariposas en el estómago desapareciendo lentamente, pero la sonrisa no se fue.

Pasaron apenas unas cuantas horas cuando de pronto el timbre de la puerta se escuchó, parecía desesperado, de pronto escuche mi nombre que venia del ama de llaves; alguien me esperaba en la sala. Salí de mi aletargamiento y fui de la biblioteca al lugar en donde me esperaban, aunque sabía que era él, demore un poco reduciendo mi paso al andar, no sé por qué pero la sensación que mi cuerpo experimentaba era sofocante, llegue al lugar y mire a través de la puerta, estaba un poco abierta, y en efecto ahí se encontraba de pie, tan galante, tan varonil, tan él. Entre al salón, me recibió con una gran sonrisa, tan grande que lograba iluminar el lugar...

- ¡Al fin, aquí estas¡ – recuerdo que dijo con su voz que me hacía temblar, me abrazo y así, sin previo aviso me beso.


Me quede atónita y él pidió perdón. Quizás mi reacción lo asusto pero en realidad lo único en que yo podía pensar era en que jamás querría probar otros labios que no fueran esos y de repente me abalancé hacia él y lo bese, fue un beso tan perturbador, tan abrumador tan…

Después de ese episodio de locura entre los dos, me explico el porqué de su visita tan inesperada, me confeso que aquella tarde cuando me veía acercarme, con cada paso que yo daba, él sentía un estupor, una sensación tan inexplicablemente bella, que sólo quería tomarme entre sus brazos y besarme hasta dejarme sin aliento, no me quedo más que dar mi confesión, decirle que yo sentí lo mismo, que me sentía como aquella primera mañana de Navidad en que uno descubre cientos de regalos debajo de aquel pino adornado.

Así pasaron los días, los meses, yo ya estaba profundamente encariñada con aquel sujeto que robaba mis suspiros, aquel al que me entregue sin dudas ni prejuicios, aquel al que estaba dispuesta a amar hasta el final de mis días...

... Pero un día todo termino y nos convertimos en dos extraños con recuerdos en común, dejamos de ser “nosotros” para convertirnos en dos personas completamente diferente, me ahogue en el dolor de mi perdida, de mi desilusión, me ahogue en mi sufrimiento….

Y ahora es que esas palabras que rezan: “Nunca es tarde para perdonar, olvidar y volver a amar” las entiendo de sobremanera. Hoy lo he perdonado por aquel dolor que me causo, olvidarlo no sé, pero lo que sí sé, es que me he dado la oportunidad de volver a amar, no como a él, porque a cada persona se le ama diferente.

Yo sé que alguna vez me volveré a enamorar... no sé si hoy, o mañana o dentro de un año, pero lo haré...


Alejandra Ledezma
6 de junio de 2013

sábado, 1 de junio de 2013

Lecciones básicas para la vida.

Ayer, aprendí una valiosa lección auspiciada por la vida y sus múltiples ayudantes terrenales que, dicho sea de paso, son despiadados a la hora de enseñarte algunos secretos y trucos para no fallar, para ser certeros y precisos a la hora de atacar. 

Es por eso que hoy, una vez mas frente a mis notas, escribiré las que para mi son las lecciones básicas para la vida que desde ya habré de poner en práctica. 

La primera de ellas: La paciencia es una virtud que en grandes cantidades se convierte en pendejez. Ciertamente y como alguna vez lo dijera uno de mis profesores de la facultad, debo ser mas osado y no pensármela tanto antes de actuar para que no me ganen a la mala.

Segunda: Ayuda al prójimo, tanto o mas de lo que sea posible, aunque debes tener cuidado, por aquello de la ingratitud. Si bien es cierto que nunca hay que esperar nada a cambio, también es agradable contar con ayuda de vez en cuando. 

Tercera: el respeto es la base fundamental de toda relación, de cualquier índole; por desgracia, muy pocos sabemos reconocer la virtud en otros y por saber "respetar" precisamente a los demás, los tildamos de imbéciles o torpes. A pesar de que sonará trillado: el respeto al derecho ajeno, es la paz. 

Cuarta: el valor de los ganadores es grande, muy grande por el camino que tuvieron que recorrer para hacerse de la victoria. El reconocer la derrota nos hace ser aun mas grandes por lo que ello conlleva. En mi caso particular, habré de trabajar arduamente en ese aspecto que esta coaligado con el siguiente.

Quinta: la humildad, algo fundamental que parece que perdemos o dejamos tirado en algún lugar de nuestro andar por la vida. Alguna vez oí decir a mi papá que aquel que es humilde y agradecido tiene abiertas las puertas; que razón tiene, carajo.

Sexta: La nobleza del ser humano puede ser confundida muchas veces con estupidez. Lejos de ser un problema, yo opino que es una virtud, a veces mal empleada, pero que a la larga trae buenas alianzas a nuestras vidas. Insisto, como en la lección primera, en exceso se convierte en pendejez.

Séptima: la ambición, ah si, mi favorita, aplicada en contrario sensu a lo que todos la asociamos. En la vida son fundamentales las aspiraciones de progreso para ser cada vez un mejor amigo, esposo, amante o simplemente, mejor persona funcional a la sociedad. Créanme, bien trabajada, nos permite lograr los objetivos en menos tiempo y con grandes resultados. 

Octava: ubicada igual que en los 10 mandamientos, "no mentiras". Es mejor andar con la cara en alto por la vida, que pasar agachado. Ante todo, la sinceridad, aunque ello no sea del agrado de algunos. 

Novena: sonríe; la mejor medicina del alma, la que cura la tristeza del corazón, es la risa. De vez en vez, a la hora que fuere, sonríele a la vida, siempre! 

Décima: disfruta de todo lo que hagas, grita, ríe, si tienes que decir un "Te quiero", hazlo. Eso libera el alma y presión del cuerpo! Si quieres besar a alguien, que esperas! Es ahora o nunca! Si alguien te gusta, porque no lo dices? Total, del piso no pasamos! Porque no le hablas a tus padres si están disgustados? Hazlo ya! Nunca sabes cuando habrán de irse de tu lado. Disfruta de todo lo que hagas, de todo lo que haces... Cambia lo que así deba ser cambiado, pero fundamentalmente, anímate a volverte factor de cambio para los demás.

La vida pasa en un segundo, es efímera y de lo que hagamos en la tierra dependerá en mucho la inmortalidad de nuestro recuerdo.

y como escribiera alguna vez Walt Whitman:

"La vida es desierto y oasis. Nos derriba, nos lastima, nos enseña, nos convierte en protagonistas de nuestra propia historia. Aunque el viento sople en contra, la poderosa obra continua; tu puedes aportar una estrofa. No dejes nunca de soñar, porque en sueños es libre el hombre... y la mujer".

...Cosecha lo que siembres...


Carlo Moreno-Jimènez (el Andariego)
Ciudad de México, Distrito Federal a 1 de junio de 2013