martes, 17 de diciembre de 2013

Remembranzas

Los ojos de Rogelio parecían perderse en el calor de las llamas de aquella chimenea mientras los leños ardían y crujían al calor de la braza. La hora de escribir estaba por llegar, pero en esta ocasión, aquel viejo cuadernillo de pasta color marrón cerraría definitivamente para nunca más volver a ser abierto. 

El sitio, simplemente iluminado tenuemente por el reflejo de la luna en cuarto creciente después de la Navidad, una vela en medio de una mesa y la luz del fuego avivado de aquella chimenea iluminaban la sombra breve y tenue de aquel hombre qué, a paso lento y pesaroso, llegó hasta su gran sillón rojo para escribir una última vez y cerrar un capítulo doloroso. 

Tomó una pluma dorada, se recargó en el tintero y comenzó a escribir... 


27 de diciembre de 1943

Hoy, religiosamente, como cada semana lo hago desde hace cuatro años dos meses y tres semanas, vuelvo a escribir acerca de ti. Esta vez es algo especial, pues será irremediablemente la última ocasión en que me sentaré en medio del estudio, solo acompañado por un viejo cirio y mis más profundos deseos de verte esta noche, los mismos que habrán de morir con el amanecer de este lunes, paradójicamente, el último del año.

Es curioso como en una brevísima libreta he escrito tanto sobre ti. Las letras fluyen sin querer cada que tu recuerdo se vuelve presente y puedo asegurar que casi siento que tomo una vez más tus manos. Es muy curioso.

A pesar de la lejanía, la incógnita y el tiempo transcurrido, aún haces brotar el sentimiento, la alegría y en más la nostalgia por tratar de armar la respuesta de un acertijo que no he podido resolver. Esa luz que se reflejaba en mis ojos se extinguió desde aquella mañana en que encontré soledad y vacío en el rincón donde me senté a esperar paciente que aquella puerta por donde saliste volviera a abrir y después tu aparecerías. Fue brutal no volver a verte, bueno, aún sigue pesándome y más de lo que pudiera imaginar.

Aquel octubre de 1939 desapareciste de la faz de la tierra sin decir siquiera a donde te llevaron los vastos caminos del mundo. La desolación me ha acompañado desde aquel momento en qué, simplemente, cogiste una de las valijas para llenarla con tu ropa. Ni una carta, ni un beso de despedida. Maldita sea la hora en que te marchaste, Sofía.

La impaciencia me mata, me quema poco a poco cada día que pasa sin saber a donde te ha llevado el destino; saber si ambos hemos visto la misma luna o seguido a la misma estrella. 

En cada una de estas páginas he descrito cada uno de tus gestos, tus risas y tus besos. En cada una de estas líneas te reflejas como si fuera un espejo, pues cada detalle, cada palabra, cada caricia la escribí para ti por si algún día volvías para que leyeras todo con detalle y detenimiento. Eso ya lo sé, nunca sucederá.

Sigo suspirando; sigo pensando en qué momento me convertí en este hombre que hoy no deja de llorar como niño al que arrebataron un biberón. He decidido que ya no habrá más noches oscuras, ya no habrá más llanto y no habrá más desconsuelo e incertidumbre. Con la misma vehemencia con la que decidiste marcharte y no dar en paso atrás, haré lo propio. Tu recuerdo se quedará en ese rincón donde te espere y te seguí esperando hasta esta noche en que levanto la cara para seguir de frente y sin miedo hacia un nuevo amanecer, tanto o más cálido que el que aguarda esta mañana detrás de las montañas.


Hasta dónde el mundo te alcance, mujer desalmada, hasta ese rincón habrá de llegar alguna vez el eco de mi voz y te darás cuenta que sí hubo alguien que casi hasta la locura te amó, llegará a tu mente mi nombre. 

Hasta siempre, fantasma del pasado. 

Hasta nunca, porque así lo quisiste. 

Adiós, y que la vida te regale amaneceres hasta la eternidad.

Rogelio tomó el cuadernillo, le dio un beso, le envolvió en un pañuelo y lo tiró al fuego purificador que ardió hasta que el sol se posó sobre la ventana. Mientras las llamas consumían ese viejo compendio de letras y recuerdos, él se levantó del sillón, caminó hacía la ventana y observó como el alba se imponía a la oscuridad. 

Mientras eso ocurría, aquel recuerdo se esfumaba en el frío invierno, paradójicamente con el calor de la leña.


Carlo Moreno-Jiménez "el Andariego"
Ciudad de México, Distrito Federal, 17 de diciembre de 2013

jueves, 31 de octubre de 2013

Mis fieles difuntos

Olores, colores y sabores que evocan al recuerdo; el calor de la velas que iluminan la ofrenda de noviembre, con sus naranjas del cempasuchil, los violetas, rojos y negros del papel picado que nos recuerdan, de manera sarcástica que nuestro destino, al final del tiempo, será el de las catrinas y catrines. 

No puede faltar los platillos y bebidas preferidas del abuelo, los cigarrillos de la abuela y el dulce del pan que tanto le encantaba a la tía. Mirando aquello, enmarcado por las típicas "calaveritas" con sus coloridos toques azucarados en colores azules, amarillos y verdes, recordaba a cada uno de esos seres maravillosos que pisaron este plano terrenal en el que dejaron su huella particular en cada cosa o frase propia.

Mientras tanto, colocaba algunos vasos con agua y encendía en un pequeño anafre el carbón para el copal y el incienso con el característico aroma que desprende, para perderme entre esa nube de perfumados recuerdos, con sus fotos, con sus risas y sus charlas. El encanto y el recuerdo me hicieron recordarles mucho.

Probablemente, tal cual lo marcan algunas leyendas, aquellos que se adentraron, regresarán a ver como estamos acá, los mortales, que entre tantas cosas, seguimos dando la batalla cada día, ante situaciones complejas o disfrutando la vida a risotadas.

Tal vez desde el miktlan, el nirvana o el paraíso, pero por un par de días, esos seres maravillosos regresan a visitarnos, y lo mínimo que podemos es ofrendarles en tributo a su vida, como signo de respeto, añoranza y tal vez de respeto, un altar digno para que disfruten un rato y sepan bien que a pesar de su partida, no se han ido del todo.

Particularmente, imagino a mis fieles difuntos reunidos todos felices y tranquilos de saber que su obra persiste,a pesar de la distancia y el tiempo; a pesar de la ausencia y, en ocasiones, el olvido. 

Pero en mi caso particular eso no ha sucedido. Puedo decirles que los imagino a todos ellos, felices, reunidos en una mesa platicando, gritando y riendo. Puedo ver a la legendaria Tía Concha gritando en la cocina; a la gran Elena llamado a cenar a los muchachos; a Don Aurelio sentado en su sillón, acariciando a su afelpada Alaska, mientras la tía Socorro y Gabriel felices miran a los que comen en la primera ronda de la cena. Víctor, Esther, Pilar y Enrique, ya sentados a la mesa, escuchan al buen Espiridión contando sus historias "de cuando andaba, allá en el rancho", en tanto Félix, el Prieto comía su platillo de mole con arroz. Ciertamente imaginar a aquellos que se me han adelantado es curioso, tanto o más que mientras escribo esto brotaba una lágrima.

En recuerdo de aquellos que ya no están, a su memoria, seguiré adelante con esta colorida y bella tradición de colocar en un altar las imágenes de los que fueron y que se nos fueron. 

Vida eterna a quienes nos antecedieron y se adelantaron al descanso.

Gracias por lo que dejaron en nuestros corazones, nuestras mentes y en nuestras vidas.

En su honor, una plegaria. Brindemos por los que se fueron. Brindemos por nuestros fieles difuntos. 


Ya son las doce. Bienvenidos sean.

Carlo Moreno-Jiménez "el Andariego"
Ciudad de México, a 1 de noviembre de 2013.

domingo, 22 de septiembre de 2013

Rojo carmesí.

Esta es una noche en la que recuerdo uno de esos andares por la vida que me llevaron a situaciones donde jamas imaginé estar; donde jamás pensé terminar.

Después de esa noche de diciembre, mi vida no fue igual.

En aquella ocasión en que te vi con ese vestido negro mate, y con un pronunciado pero elegante escote, sinceramente me hizo imaginarte tal cual viniste al mundo. Tu cabello crespo, mujer, que tanto me vuelve loco; ese aroma tan particular a Jazmín, y esos ojos café intensos que con tan solo mirarlos causaron el más bochornoso efecto que jamas hubiera imaginado, pues literalmente me pusiste a temblar, me hicieron pensar mucho.

Esa noche especial, por haberte visto, no pensaba encontrarme contigo después de algunos años de perdernos la pista y dejar que el olvido y la distancia hicieran "lo propio". Verte otra vez encendió los focos rojos y clarito escuche en mi mente como si la voz de una capitán de barco me gritara "alerta, timonel, que el iceberg está a la vista, carajo". Choqué de nuevo contigo por azar, o tal vez por destino.

A pesar de haberte conocido antes, estúpidamente nunca te dije que me gustabas. Lo sé, el miedo pudo más que el sentimiento, pero ésta ocasión no dejaría que en la segunda oportunidad que me regalaba la vida te me fueras otra vez, y me quedara así, sin decirte nada.

Reconocí tu voz entre el murmullo de tanta gente y fue maravilloso lo que aquello causó. Tu mirada altiva me incitaba a seguirte a lo largo del patio donde aquella noche coincidimos de nueva cuenta. Pensé ir por todo en esa ocasión. Mientras caminabas rumbo a la salida del recinto, ataje por la derecha tu camino mientras tomaba tu brazo para colocarme a tu lado y preguntar si me reconocías.

-Seguramente no me recuerdas, después de tantos años de no vernos ni hablarnos, ¿cierto?- Le dije a Alondra.


-Tal vez si no hubieras llegado así, tan intempestivamente no lo hubiera hecho. Ha pasado tanto tiempo y hemos cambiado tanto.- Ella respondía.


-Exacto, Hemos cambiado, pero no del todo.- le decía mientras sostenía su brazo- Hay sentimientos que nunca cambian y que solo el tiempo se encarga de hacer que desaparezcan en el olvido. Desde hace mucho tiempo necesito decirte algo.- Sentencié en el acto.

Ella me miraba un tanto turbada.- Dime que es lo que pasa contigo. Te noto algo ansioso.-

Sin más que valor como escudo, le dije: -Hace algunos años quise decirte muchas cosas mientras veía como brillaban tus ojos con el sol  y el miedo nunca me dejo acercarme. Siempre quise tomar tu brazo como ahora lo hago, después de tantos años, para decirte que siempre me gustó escucharte, reír contigo. Ser parte un poco de tu vida. Siempre soñé con besarte y descubrir si aquél rojo carmesí de tus labios sabían a fresa o a cereza. Saber si tus ojos son la puerta al infinito o la entrada a un sueño maravilloso. No lo sé, nunca pude perderme en tus caricias, mujer.-

Alondra miraba callada. Un poco sorprendida contestó: -Hay cosas por las que no debemos lamentarnos. El tiempo, sabio pero implacable, nos pone a veces frente a oportunidades que debemos aprovechar, por lo que tu debes decidir si quieres perderte en mi olvido o simplemente tomar la determinación que hace tiempo debiste haber hecho. Tu siempre me gustaste.

En el umbral de la puerta centenaria de aquél lugar donde encontraría de nuevo al que se convertiría en el amor de mi vida, la tomé por la cintura mientras la miraba fijamente a los ojos y besaba esos labios rojo carmesí, en los que me he perdido desde hace ya casi 19 años después de aquella vez.

Insisto. Desde aquella noche, la percepción de mi mundo cambió radicalmente. Las dudas se disiparon y los miedos se alejaron. Sus labios no solo saben a cereza o a fresa, sino a algo más agradable. Saben simplemente a ella.
 
También, descubrí que sus ojos no solo eran la puerta al infinito, sino que serían aquellos en los que me perdería para vivir en un sueño eterno.

Y así es como mi vida se pintó de rojo carmesí...


Carlo Moreno-Jiménez "el Andariego"
Ciudad de México, a 23 de Septiembre de 2013

sábado, 20 de julio de 2013

El vaso.

Se oyó un ruido muy particular en medio del silencio.

Ese sonido familiar regreso así, sin más, para retumbar desde el pecho, calando hondo, descubriendo de nuevo las viejas heridas que se cerraron hacia algún tiempo.

Un vaso con agua sobre la mesa, una vela a medio pabilo consumido por la llama nocturna y una silueta en la oscuridad. Eso es lo que me acompaña en la búsqueda por saber que sucedió, porqué se quebró de nuevo la armadura.

Miraba fijamente aquella luz tenue de la vela, que asemejaba un atardecer claro, con el horizonte despejado. Ahí precisamente te volví a ver, carajo. Sabía que debía olvidarte y dejarte en el pasado pero no lo pude hacer.

Te miré en aquel recuerdo, fijamente a los ojos, tomando tus manos mientras "te quiero, dijiste"... Todo se fue al olvido, de nuevo.

...cerré los ojos una vez más...

Tu recuerdo no salía de mi mente. Las horas pasaban entre la oscuridad de la madrugada, fría y lluviosa, de esas que me gustan para caminar cual andariego para perderme y simplemente pensar.

Aquella flama encendida, poco a poco consumía la vela que la contenía viva y altanera; mientras bajaba, iluminaba el vaso con agua que poco a poco bebía, tanto o más lento como la forma en que se escapaba tu recuerdo de mi cabeza. La luz de la llama ilumino el cristal y los colores prismáticos se esparcían a lo largo de la sala, en medio de la oscuridad de las 4:34 de la madrugada. Rompí el silencio nocturno.

En el brillo de aquel espectáculo de luz, juré que vi el reflejo de tus ojos iluminados por el sol de verano que sólo tu y yo conocimos e hicimos nuestro. Lo se, de recuerdos no vive solamente el hombre, pero en mi caso, es el alimento que da vida a estas líneas en las que de manera breve escribo para despedirme de tu esencia, de tu recuerdo.

Casi son ya las 6 de la mañana. El fuego que acompaña la vela que se extingue como tu recuerdo casi se acaba. Sigo escuchando ese estruendo desde lo más profundo de mi pecho.

Ahora puedo decirlo:

Se escucho clarito como si se rompiera algo. ¿El corazón? No, que va. Sólo fue aquel vaso con agua que se cayó, se quebró y se quedo en el olvido... 

... Lejos, muy lejos como tu recuerdo.



Carlo Moreno-Jiménez " el Andariego"
Ciudad de México, Distrito Federal a 15 de julio de 2013.

domingo, 30 de junio de 2013

Recuerdo nocturno.

Mientras escribo esto, la lluvia y el sonido de mi máquina de escribir me acompañan. la soledad de nuevo te trae a mis pensamientos que simplemente esta noche te quieren mandar al olvido.

Mi nombre es Santiago...

No hay luz en casa. Son casi las 12 de la noche y la oscuridad comienza a apoderarse de cada uno de los cuartos. Buscando algunas velas para iluminar un poco mi espacio, me he encontrado con la vieja máquina de escribir que me regalara el abuelo antes de que saliera a la aventura. 

La vuelvo a usar como no lo hacia hace ya varios años, desde que estudiara en la Universidad. La modernidad, me hizo que la relegara y la arrumbara en un armario, tanto o más escondido como tu recuerdo; pensé haberte olvidado, pero al final de todo, no fue así.

Ay.

Después de tantos años, de tratarte de borrar de mis notas y mis pensamientos te apareciste, así de repente, una noche parecida a esta. Te recuerdo muy bien. Ciertamente te veías radiante, tanto o más como un diamante a contraluz que brilla y encanta. Con sólo levantar la mirada para admirarte, como siempre lo hice, volví a caer rendido a tus encantos. ¡Maldita sea, otra vez!


De nuevo me perdí en el encanto de tu voz. Esa adicción, la cual creía superada, regreso con más fuerza. Ciertamente recaí en ese vicio de mirar tus ojos, tomar tus manos y besar tu cuello. 


Desde la última vez que nos vimos, si mal no recuerdo, fue el 22 de septiembre del noventa y tantos... Precisamente entraba el otoño, como lo recordarás, te tome por la cintura, en medio de la sala para irte quitando poco a poco la blusa. Cada botón, cada costura, la recorría con tal sutileza que me dejara ver tus gestos y como mordías tus labios rojos encendidos, tanto o más como la pasión que iniciamos aquella vez, y que término en la cocina con un buen café y otra serie de besos y caricias.

Lo sé, hace ya un largo rato de aquellos momentos en los que importaba poco el tiempo; en que la vida no iba tan deprisa y el sexo era cosa de todos los días. Más que sexo, siempre fue amor.

La vida y las circunstancias nos llevaron por diversos caminos que no seguimos juntos, pero, al verte de nuevo esa noche, descubrí que las circunstancias vividas no sólo te volvieron más madura e intensa, sino que la belleza física resalto a la vista y, si así me permites decirlo, tu excitante silueta me hizo desearte mas que antes.

Después de invitarte a casa para platicar más acerca de nuestras vidas, me invadió esa necesidad de besarte hasta el cansancio. Como lo notaste, no lo pude evitar; tus ojos, tan expresivos como siempre, se fueron cerrando poco a poco, mientras bajaba por tu cuello, apretándote la mano y recorriendo con la otra el escote hasta quitarte el vestido azul que traías puesto. 

Sentí como tu corazón palpitaba descontrolado, mientras mis manos seguían bajando más, y más, y más... Hasta qué se perdieron entre tus muslos, tocándote el sexo sin dejar de besar esos labios enagenantes. Me mirabas mientras comenzabas a quitarme el saco, a desabrochare el corbatín y nos íbamos despojando de la ropa que nos estorbaba para amarnos como hacia tanto no lo hacíamos.


De pronto, entre los besos, las caricias y los gemidos, un fuerte estruendo y luego oscuridad. La tormenta provoco un escenario aún más excitante. Por una de las ventanas se colaba la luz azul de la luna que plateaba tu piel y que se reflejaba en tus ojos, grandes y expresivos. Los dos estábamos tirados en el piso sin limitación alguna; solo nosotros dos y un par de almohadas.

Llegamos juntos al clímax. Abrazados, en el suelo e iluminados por la luna, dormitamos un poco hasta que de pronto sentí el frío de tu partida. Sin palabra alguna, simplemente te vestiste, me diste un beso y te fuiste. 

Mi querida Eugenia. Desde aquella vez anhelé tenerte una vez más frente a mi para decirte tantas cosas; tanto es lo que guardaba por decirte que al ver como te ibas, lo mande al carajo. Ahora, en la soledad de mi sitio, escribiendo en esta oscuridad, redacto esta pequeña carta que nunca habrás de leer, que nunca sabrás que existió.

Así como alguna vez arrumbe esta vieja máquina de escribir en el armario, así también habré de guardar esta carta en un lugar muy escondido, donde sólo sepa que fuiste, una vez más, un recuerdo nocturno.


Carlo Moreno-Jiménez "el Andariego"
Ciudad de México, Distrito Federal, a 30 de junio de 2013

viernes, 7 de junio de 2013

Nunca es tarde.

Un día escuche que alguien decía “Nunca es tarde para perdonar, olvidar y volver a amar”.

Me quede pensando en ese juego de palabras y de pronto todos eso recuerdos llegaron a mí, solo recuerdos buenos, esos que me hacían suspirar, esos que me hacían añorar.

No recuerdo muy bien cómo fue que empezó todo, sólo recuerdo lo bien que me hizo sentir; algo que jamás podre olvidar.

Día y noche me buscaba, me enamoraba con palabras divinas, sabia como jugar con sus versos… y bien sin más rodeos les contare esta historia que parecería tan utópica que se creería que fue un sueño.


Era temporada de mañanas agradables y tardes calurosas, donde las noches se ocupaban para soñar. Un día llamo a mi puerta, era él, un hombre que en ese momento sólo era alguien más en mi vida, ese que sin pensar se volvería el más lindo pero inexplicablemente... el más triste de mis recuerdos.

Él y yo, pasábamos tardes hablando. Los minutos, las horas, el tiempo pasaba tan rápido que no nos percatábamos que la Luna nos saludaba; era así, día tras día. Llegaba por las tardes y se iba por las noches... Sin duda esos fueron los mejores momentos de mi vida.

Un día él preguntó si podíamos ir a ese cafecito de la esquina, cambiar el ambiente, salir de nuestra rutina, pero desafortunadamente yo tenía que ir a un viaje inesperado, él dijo que no importaba que aun así seguiríamos hablando hasta el anochecer, que él estaría ahí; tuve que partir.

...Y así fue, durante un mes completo me enamoro, con palabras y cartas que solo un gran poeta podría construir, yo no sabía que serían las palabras que me llevarían a mi desgracia...

Después de pasar ese largo mes en la playa, el regreso era inminente y él estaba ahí esperando por mí, yo no entendía que estaba pasando pero simplemente me dejaba llevar, era la sensación más ligera y agradable que jamás había experimentado. Éramos ese algo que no se puede explicar, ese algo que hace vibra; ante los ojos de los demás intentábamos fingir, hasta que un día no lo pudimos controlar.

Recuerdo que era una tarde de agosto, calurosa, implacablemente llena de personas; los caballeros platicaban y las damas caminaban con sus sombrillas intentando captar un poco la atención de aquellos; mi mente me revoca a aquella tarde como si hubiere sido ayer. Lo vi ahí parado tan majestuoso como solo él, se encontraba con sus amigos, charlando entre humo de tabaco y olor a jerez; me descubrió mirándolo, veía como lentamente me acercaba a su grupo reducido de personas, y yo, me descubrí haciendo aquello sin pensar, sin importarme que dirían los demás, me acercaba y a medida que esto ocurría con mayor velocidad descubrí que una sonrisa se pintaba en su boca. Al fin logre llegar a mi objetivo y recuerdo tener aquella sensación que se tiene cuando uno al fin abre los regalos de Navidad, lo salude con una gran sonrisa, le mostré todos los dientes, logre decir un tímido “hola” y él sólo me tomo de la cintura con su brazo izquierdo, como si fuera algo tan normal, algo cotidiano, por obviedad sus acompañantes se perturbaron ya que no esperaban alguna visita femenina, pero ni a él ni a mi nos importó, seguimos en esa posición, hablando con normalidad, con sinceridad, volteándonos a ver cada dos segundos y regalándonos una sonrisa mutua.

Decidí retirarme ya que si me quedaba más tiempo perdería el control, lo tomaría del rostro y le besaría aquellos sus labios rojos como el carmín, me aleje con aquella sensación de mariposas en el estómago desapareciendo lentamente, pero la sonrisa no se fue.

Pasaron apenas unas cuantas horas cuando de pronto el timbre de la puerta se escuchó, parecía desesperado, de pronto escuche mi nombre que venia del ama de llaves; alguien me esperaba en la sala. Salí de mi aletargamiento y fui de la biblioteca al lugar en donde me esperaban, aunque sabía que era él, demore un poco reduciendo mi paso al andar, no sé por qué pero la sensación que mi cuerpo experimentaba era sofocante, llegue al lugar y mire a través de la puerta, estaba un poco abierta, y en efecto ahí se encontraba de pie, tan galante, tan varonil, tan él. Entre al salón, me recibió con una gran sonrisa, tan grande que lograba iluminar el lugar...

- ¡Al fin, aquí estas¡ – recuerdo que dijo con su voz que me hacía temblar, me abrazo y así, sin previo aviso me beso.


Me quede atónita y él pidió perdón. Quizás mi reacción lo asusto pero en realidad lo único en que yo podía pensar era en que jamás querría probar otros labios que no fueran esos y de repente me abalancé hacia él y lo bese, fue un beso tan perturbador, tan abrumador tan…

Después de ese episodio de locura entre los dos, me explico el porqué de su visita tan inesperada, me confeso que aquella tarde cuando me veía acercarme, con cada paso que yo daba, él sentía un estupor, una sensación tan inexplicablemente bella, que sólo quería tomarme entre sus brazos y besarme hasta dejarme sin aliento, no me quedo más que dar mi confesión, decirle que yo sentí lo mismo, que me sentía como aquella primera mañana de Navidad en que uno descubre cientos de regalos debajo de aquel pino adornado.

Así pasaron los días, los meses, yo ya estaba profundamente encariñada con aquel sujeto que robaba mis suspiros, aquel al que me entregue sin dudas ni prejuicios, aquel al que estaba dispuesta a amar hasta el final de mis días...

... Pero un día todo termino y nos convertimos en dos extraños con recuerdos en común, dejamos de ser “nosotros” para convertirnos en dos personas completamente diferente, me ahogue en el dolor de mi perdida, de mi desilusión, me ahogue en mi sufrimiento….

Y ahora es que esas palabras que rezan: “Nunca es tarde para perdonar, olvidar y volver a amar” las entiendo de sobremanera. Hoy lo he perdonado por aquel dolor que me causo, olvidarlo no sé, pero lo que sí sé, es que me he dado la oportunidad de volver a amar, no como a él, porque a cada persona se le ama diferente.

Yo sé que alguna vez me volveré a enamorar... no sé si hoy, o mañana o dentro de un año, pero lo haré...


Alejandra Ledezma
6 de junio de 2013

sábado, 1 de junio de 2013

Lecciones básicas para la vida.

Ayer, aprendí una valiosa lección auspiciada por la vida y sus múltiples ayudantes terrenales que, dicho sea de paso, son despiadados a la hora de enseñarte algunos secretos y trucos para no fallar, para ser certeros y precisos a la hora de atacar. 

Es por eso que hoy, una vez mas frente a mis notas, escribiré las que para mi son las lecciones básicas para la vida que desde ya habré de poner en práctica. 

La primera de ellas: La paciencia es una virtud que en grandes cantidades se convierte en pendejez. Ciertamente y como alguna vez lo dijera uno de mis profesores de la facultad, debo ser mas osado y no pensármela tanto antes de actuar para que no me ganen a la mala.

Segunda: Ayuda al prójimo, tanto o mas de lo que sea posible, aunque debes tener cuidado, por aquello de la ingratitud. Si bien es cierto que nunca hay que esperar nada a cambio, también es agradable contar con ayuda de vez en cuando. 

Tercera: el respeto es la base fundamental de toda relación, de cualquier índole; por desgracia, muy pocos sabemos reconocer la virtud en otros y por saber "respetar" precisamente a los demás, los tildamos de imbéciles o torpes. A pesar de que sonará trillado: el respeto al derecho ajeno, es la paz. 

Cuarta: el valor de los ganadores es grande, muy grande por el camino que tuvieron que recorrer para hacerse de la victoria. El reconocer la derrota nos hace ser aun mas grandes por lo que ello conlleva. En mi caso particular, habré de trabajar arduamente en ese aspecto que esta coaligado con el siguiente.

Quinta: la humildad, algo fundamental que parece que perdemos o dejamos tirado en algún lugar de nuestro andar por la vida. Alguna vez oí decir a mi papá que aquel que es humilde y agradecido tiene abiertas las puertas; que razón tiene, carajo.

Sexta: La nobleza del ser humano puede ser confundida muchas veces con estupidez. Lejos de ser un problema, yo opino que es una virtud, a veces mal empleada, pero que a la larga trae buenas alianzas a nuestras vidas. Insisto, como en la lección primera, en exceso se convierte en pendejez.

Séptima: la ambición, ah si, mi favorita, aplicada en contrario sensu a lo que todos la asociamos. En la vida son fundamentales las aspiraciones de progreso para ser cada vez un mejor amigo, esposo, amante o simplemente, mejor persona funcional a la sociedad. Créanme, bien trabajada, nos permite lograr los objetivos en menos tiempo y con grandes resultados. 

Octava: ubicada igual que en los 10 mandamientos, "no mentiras". Es mejor andar con la cara en alto por la vida, que pasar agachado. Ante todo, la sinceridad, aunque ello no sea del agrado de algunos. 

Novena: sonríe; la mejor medicina del alma, la que cura la tristeza del corazón, es la risa. De vez en vez, a la hora que fuere, sonríele a la vida, siempre! 

Décima: disfruta de todo lo que hagas, grita, ríe, si tienes que decir un "Te quiero", hazlo. Eso libera el alma y presión del cuerpo! Si quieres besar a alguien, que esperas! Es ahora o nunca! Si alguien te gusta, porque no lo dices? Total, del piso no pasamos! Porque no le hablas a tus padres si están disgustados? Hazlo ya! Nunca sabes cuando habrán de irse de tu lado. Disfruta de todo lo que hagas, de todo lo que haces... Cambia lo que así deba ser cambiado, pero fundamentalmente, anímate a volverte factor de cambio para los demás.

La vida pasa en un segundo, es efímera y de lo que hagamos en la tierra dependerá en mucho la inmortalidad de nuestro recuerdo.

y como escribiera alguna vez Walt Whitman:

"La vida es desierto y oasis. Nos derriba, nos lastima, nos enseña, nos convierte en protagonistas de nuestra propia historia. Aunque el viento sople en contra, la poderosa obra continua; tu puedes aportar una estrofa. No dejes nunca de soñar, porque en sueños es libre el hombre... y la mujer".

...Cosecha lo que siembres...


Carlo Moreno-Jimènez (el Andariego)
Ciudad de México, Distrito Federal a 1 de junio de 2013

viernes, 26 de abril de 2013

LA SOLEDAD ESTA SOLA




 

Es la chica más bonita de la fiesta, sin embargo, LA SOLEDAD no tiene pareja.

Sabe bailar mejor que nadie, conoce los pasos más graciosos, pero a LA SOLEDAD nadie la invita a bailar pues todos temen que les  pise los pies.

LA SOLEDAD no deja olvidada una zapatilla de cristal a la media noche. Teme que nadie se fije, siquiera, en ello.

Y la miran ya tan desbordada –de los ojos- que, a LA SOLEDAD, nadie le invita una copa.

LA SOLEDAD mira a los amantes entrelazar sus bocas y se pregunta si no les duele –cuando termina-.

No lleva perlas en el cuello. LA SOLEDAD lo que desea es llevar marcas de dientes.

Los latidos arrítmicos de su corazón, acompasados por sus suspiros, es la única música que LA SOLEDAD escucha.

 

Y nadie ama a LA SOLEDAD, a pesar de que muchos la sienten.

 

Que se lo pregunten al globo que termina explotando cuando un viento lo arranca de las manos en donde se sentía seguro…

                                                                   ¡No! ¡Al niño no! Él aún no sabe de soledades.

 

Que se lo pregunten a la estación que se desgarra cada vez que escucha al tren alejarse  emitiendo un largo alarido…

                                                                       ¡No! ¡Al pasajero no! A él lo espera alguien en la siguiente                     parada y no volverá a sentirse solo.

 

Que se lo pregunten a esa botella de ron que recibe besos frugales…

                                                               ¡No! ¡Al bebedor no! Él huye de su soledad en cada sorbo.

 

 

Que se lo pregunten a la mentira, que por su culpa fue creado un falso amor…

                                                                      ¡No! ¡Al mentiroso no! Porque a él si lo querían y por ello no   sabía lo que era estar solo.

 

 

LA SOLEDAD se deshace en lágrimas y nadie,

                                                                                 nadie limpia sus ojos.

 

LA SOLEDAD grita hasta quedar afónica y nadie,

                                                                                nadie quiere escucharla.

 

LA SOLEDAD marca a todos los que la llevan encima y a ella nadie,

                                                                                 nadie la marca.

 

LA SOLEDAD se muestra sin ningún tipo de máscara y nadie,

                                                                                nadie la quiere ver.

 

LA SOLEDAD acompaña a todos y nadie,

                                                                               nadie la reconoce.

 

LA SOLEDAD es protagonista en muchas historias pero ella tiene un solo deseo:

Ser  el personaje secundario.

Porque eso supondrá que hay un primero que le haga compañía y eso…

                                                                                              Eso la desterraría de ella misma.

 

                                                                                                                                ADD---- 26.ABR.13

sábado, 13 de abril de 2013

Alma.

A quien de nosotros no nos ha ocurrido que viajamos en algún transporte colectivo para recorrer la Ciudad, y es en ese lugar donde pasan frente a nuestros ojos un sin fin de cuadros dantescos e imaginamos los inicios y desenlaces posibles.

¿No les ha pasado? Seguro que si, amigos. Es por ello que hoy les voy a platicar lo que hace un tiempo sucedió:

En uno de los vagones del Metro, repleto hasta las ventanillas, mientras viajaba como acostumbro habitualmente, me llamo poderosamente la atención una mujer anciana cuya mirada reflejaba melancolía; soledad que se reflejaba en el sitio donde se encontraba. Una esquina, donde acomodados estaban un par de bolsas llenas de libros y periódicos a los cuales cuidaba cual guardiana que no quitaba la mirada fija hacia un punto.

Los pasajeros ascendían y descendían en la estación Balderas, famosamente conocida por diversas situaciones y canciones que remiten a la imaginación. Aquella dama seguía perdida en sus pensamientos mientras los frenones apachurraban a los que íbamos trepados en aquel armatoste  Ella suspiraba... Tal vez recordaba su vida en el pasado.

El viaje continuaba; me acerque de poco en poco a su sitio para seguir observándole. 

Las estaciones pasaban y los andantes y viajeros aumentaban considerablemente. Al llegar a Pino Suarez, el reloj bajo la señalización de correspondencia marcaba las 10:43 de la mañana. La inquietud por saber el porqué de su semblante me llevaron a situarme justo a su lado izquierdo... El ajetreo disminuía al llegar a Candelaria. La mujer tomo sus bultos y a tientas llegó a la puerta para bajar a la siguiente parada.

¡Feliz coincidencia!, yo también descendería en San Lázaro. 

Le tomé por el brazo y pregunté porqué iba sola cargando aquel pesado "mundo de letras"... Me respondió que ya no le servían de nada, pues era invidente hacia unos pocos años e iría a regalar los libros a un señor que le esperaba.

Sorprendido por tal declaración, pregunte inmediatamente el nombre de aquella Señora... Alma, seria su respuesta. 

El convoy anaranjado detuvo su marcha apresurada. Nos aprestamos a bajar del vagón mientras el sonido de alerta del cierre de puertas nos hizo acelerar el paso. 

Ya en el anden, sin tanto barullo, platicaba con Doña Alma acerca de todo. Ella era una mujer que, dicho sea de paso, tenia magníficas historias por relatar y dignas de ser parte de un buen libro. Aventuras vividas por gran parte de la República Mexicana que me recordaron aquella vez que platique con un buen amigo, Don Conrrado, viajero al que en una de tantas veces me hablara de sus andanzas por el desierto de Sonora y las Salinas de Baja California, del cual narrare en otra ocasión. 

Pero regresando con Alma, me contó que hacia 3 meses había cumplido 79 años, los cuales se reflejaban en su rostro y sus manos. Nos sentamos un rato, largo rato, en las escaleras de salida hacia la Terminal de Autobuses, la TAPO, mientras ella me contaba que vivía sola en su apartamento desde hacia cinco o seis años, a la muerte de su esposo, Don Mariano, a quien el hecho de mencionarlo provoco que sus ojos enjugaran al instante. Su única hija vivía en los Estados Unidos; casi no tocó ese tema. Ella estaba sola. Su único pasatiempo era perderse entre la gente que viajaba por el Metro y sentarse en una banca, allá en el Parque de los Periodistas que quedaba cerca de su casa.

Decía que las fuerzas no le daban para mas y que solo esperaba el final para reunirse con su "viejito" al que extrañaba... Yo, la miraba y escuchaba atentamente. El tiempo pasaba volando, entre la charla y las risas involuntarias. Eran ya las 12:33 de la tarde. 

La casi octogenaria dama me pidió que le ayudara a subir su pesada carga; ella se sujetaba del pasamanos y a paso lento subía cada uno de los 35 escalones para llegar a la salida. 

Ya en la superficie, a ras de calle, caminamos hacia un pequeñito puesto de Periódicos donde Saúl, un chamaco de escasos 9 años sujetaba de la mano a Alma mientras le daba un beso cordial en la mejilla. 

En voz alta por el ruido que nos rodeaba le dije que mi labor había terminado. La mujer me tomo con una mano por el brazo y con la otra, a tientas, sacó un libro:

-Toma, hijo. No es mucho pero te regalo esto. Pastas rojas con letras doradas, hojas amarillentas por el paso de los años: "Frases Ilustres" el titulo de aquella reliquia la cual tome con gusto y puse en la mochila.

-Gracias, Doña Alma. Que Dios la bendiga y le guarde, fue lo único que pude decir ante tal acción  Camine de regreso a la Estación mirando hacia atrás, viendo como se alejaba la silueta de Alma. Ciertamente surgió una especie de nostalgia al instante en que se me perdió de vista entre el gentío que ahí concurría. 

Baje las escaleras mientras trataba de alcanzar el libro que aquella anciana me había obsequiado. Seguí mi viaje hojeándolo, cuando entre tantos párrafos halle la lección que había recibido aquel día mientras viajaba:

Los días son quizá iguales para un reloj, pero no para un hombre. (Marcel Proust)

No sé si alguna vez nos volveremos a encontrar en esta o en la otra vida, pero de lo que si les aseguro  es que aquella dama me enseño la importancia de mirar con el corazón, además de esperar siempre lo mejor, pase lo que pase. 

De esas lecciones que sin querer llegan a nuestra vida.


Carlo Moreno-Jiménez (el Andariego)
Ciudad de México, Distrito Federal a 6 de abril de 2013.

sábado, 6 de abril de 2013

Será que alguna vez...

En medio de un parque oscuro, sin gente, entre los sonidos lejanos de los que ríen, los que hablan y viven mirándose fijamente. En medio de esa soledad acompañada, heme aquí de nueva vez, esperando volver a verte entre las luces que acompañan el camino... Entre las sombras que forman tu silueta... Entre los árboles donde se esconde tu ser.


Ya de noche, una vez mas, estoy pidiendo por mirarte nuevamente a contraluz; el cielo que deja asomarse a la luna y las estrellas que alguna vez te regalara en medio de una noche como esta, acompañan mis rezos. Solamente una vez mas quiero ver tus ojos iluminados por la noche. Solo una vez mas.


Camino siguiendo el rumbo acostumbrado, buscándote por todos lados con la mirada triste y el semblante acongojado. Las farolas que alumbran el camino, el sonidos de mis pasos que resuenan con el eco de la soledad, me hacen preguntarme... ¿Será que alguna vez hubiera de encontrarte, cara a cara, mirándote de nuevo tu rostro angelical, para decirte lo mucho que te añoro?


¿Será que alguna vez, por coincidencia o por destino pudiera abrazarte, juntar mi pecho a tu oído y sintieras que mi corazón late, simplemente lo hace, por ti?


¿Será que alguna vez, en medio de esta gran Ciudad te encuentre, sentada en una banca mientras observas el atardecer para robarte un suspiro; eso mismo que dura la vida?


¿Será que alguna vez, como aquella vez, pueda besar tus labios rojos hasta perderme en el mar de tus ojos, y despertarme mirándote mientras duermes? ¿Acaso será posible?


Caminando sin rumbo, de nueva cuenta, cierro los ojos para pedir un deseo. Que la vida me ponga cara a cara frente a ti, para decirte lo mucho que te añoro... Lo mucho que te extraño. 


El eco de las voces lejanas en la calle, las luces de mi sendero que me llevan a seguir buscándote y mi terco afán por volver a verte hacen que me pierda de nueva cuenta entre las sombras de esta noche para seguir imaginando que pasaría, aunque solo el tiempo y la vida me darán las respuestas...


Como el viento, sin rumbo, voy caminando y meditando acerca de lo que será si alguna vez... 


Carlo Moreno-Jiménez (el Andariego)
Ciudad de México, a 30 de abril de 2013.

viernes, 22 de marzo de 2013

Valentina o José María

En una de esas noches en que sueño y me imagino a futuro, como padre de familia y gran profesionista, me vinieron a la cabeza un par de nombres que, estoy cien por ciento seguro, habrán de cambiar mi vida cuando a alguno de ellos haya de tener entre mis brazos y en cuyos ojos vea, por primera vez, reflejada mi mirada y la sonrisa que se grabará en el "cassette" de la memoria.




El cruce de las miradas que terminara de consolidar el vínculo filial que se genere entre papá e hija o hijo, según sea el caso, habrá de revelar el sentimiento más grande que se puede tener en la vida. El amor de padre.




Las primeras noches de insomnio a la espera de que el pequeño bebe cierre sus ojos y descanse plácidamente en su cuna, mientras papá y mamá miramos de reojo y sonreímos imaginando al futuro. Los primeros pasos y las primeras palabras, habrán de llenarnos de emociones... Seguiremos imaginando hacia el futuro...




Irá creciendo. Ya no gatea, ya no camina lento. Brinca, corre y gira cual pirinola en medio de la sala, jugando e imaginando en su mundo de piratas o princesas. El tiempo pasa rápido.




Regreso un rato al "aquí y ahora". Me he quedado con ganas de imaginar que pasará después...




Cierro los ojos y regreso a la fantasía...


Me imagino las tardes sabatinas o dominicales verme caminando por algún parque, llevando de la mano a uno de ellos, Valentina o José María, con un helado de chocolate en su manita mientras observa sus alrededores y se maravilla con el color de los globos que flotan, el sonido de los pájaros que trinan en lo alto de los árboles y con las risas de los niños más grandes que se deslizan por las resbaladillas.




Imagino también su mirada, sus risas y sus ansias por llegar a los columpios y jugar hasta aburrirse y seguir jugando hasta cansarse. Imagino...




Entre tanto, en ese espacio intemporal de la imaginación, paradójicamente, sigue pasando el tiempo. Aquél pequeño ser crece, anda por la vida y se enfrenta a sus miedos, construye sus sueños.




Me emociona sobremanera saber que pasará. El futuro es incierto, bien lo dicen...




Emocionado regreso del sueño, de la imaginación. Lejos de planear el futuro, que en parte es importante, esperaré con ansias el momento en que llegue a tener por primera vez entre mis brazos a quien ha de seguir engrandeciendo la historia familiar. Algún día llegará, pero aún no.




Alguna vez escuche decir a mis padres: en menos de lo que imaginas, los hijos emprenden el vuelo. Al fin y al cabo solo son prestados por un rato


... Mientras tanto, aguardaré pacientemente el feliz arribo...




Carlo Moreno-Jiménez (el Andariego)
Ciudad de México, Distrito Federal a 20 de marzo de 2013.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Ni de aquí, ni de allá... un año de ser "Los Andariegos"

Una noche de Marzo del 2012 inicio este proyecto. El Andariego, un personaje cuya facilidad de escabullirse por el mundo subterráneo de la capital de México lo hizo emerger de esas entrañas anaranjadas para observar detenidamente las historias que habrían de ser contadas desde un enfoque narrativo y descriptivo que permitieran a los lectores situarse ahí, donde la imaginación tomaba forma; donde los recuerdos se vierten en unas lineas de texto que daban origen y destino a los personajes que se involucraban en ella.

En uno de esos relatos, literalmente tomado del baúl de la abuela, se manifestó una Andariega que cambio la perspectiva de las historias. Add, quien en su afán de no dejar sin respuesta a Jerónimo (En la historia llamada "Pedazos del Pasado. Desde el baúl de los recuerdos") escribió la carta que daría paz al fin al corazón triste de aquel hombre. A partir de ese momento Los Andariegos hemos escrito nuestras historias en las que dejamos un poco de nosotros, en las que invitamos a la imaginación.

Este es pues el primer año de vida de este maravilloso proyecto que nos ha llenado de satisfacciones. Para el recuento de los datos, hasta el momento en que estamos escribiendo esta nota de agradecimiento  llevamos 3762 entradas a la página del Blog; en lo individual, el relato escrito por Add "No es acerca de ti" es el que mas lectores acumuló con 794 personas. Podríamos hablar de números y cifras un largo rato pero al final lo que importa es que gracias a ustedes este espacio se mantiene vigente y así esperamos que continúe.

Aquella noche del 13 de marzo del 2012 se inició este sueño que de la mano de los Andariegos ha "caminado" por buen sendero. Esperamos seguir contando con su preferencia, que nos dejen ser parte de su imaginación.

Asi como "Con el Viento de otoño" se deja ir a los amores que se alejan... pensando que el "Destino" es incierto al caminar cuando "Llueve en la Ciudad" para terminar en medio de un "Sueño de cafetería" enredado en los "Recuerdos" que se generan al observar ese "Atardecer Chilango" pensando que alguna vez nos habremos de encontrar "en la Playa de Vallarta" y mirarnos a los ojos con la luz de la "Luna" una vez más, así esperamos encontrarlos a todos ustedes leyendo nuestras historias este nuevo año que inician Los Andariegos. 

Por las historias que aun nos faltan por contar. Por las lineas que aun se escribirán. 

A todos ustedes que han hecho posible este proyecto maravilloso, GRACIAS TOTALES.

Nos seguiremos leyendo, amigos.



Add. y Carlo Moreno-Jiménez 
Los Andariegos.
13 de Marzo del 2013.


sábado, 23 de febrero de 2013

Recuerdos.


Era la media noche cuando llegó a casa, estaba agotada…

Se detuvo en la puerta e inevitablemente pensó en él.

Con la mirada recorrió las paredes, aquellas paredes en las que fueron, en las que se hicieron, en las que nacieron, en las que tantas veces se habían reconocido, se habían acariciado. En las que hicieron nacer fluidos y las que guardaban tantos gemidos ahogados.

La nostalgia la invadió y junto con ella unas ganas tremendas de entrar a la ducha.

También sintió una sensación titilante en los dedos por querer escribir…

Escribirle como hacía ya tiempo no lo había hecho.

Estaba demasiado cansada para tomar el papel y el lápiz así que, el escribir, decidió dejarlo para después.

Se dio cuenta que la luz, encendida al entrar, lastimaba sus ojos, no tenía ganas de luz. De un salto llegó al apagador y se quedó en completa oscuridad. Del tercer cajón del mueble más cercano extrajo un par de velas y las encendió.

Se sentó en una silla del pequeño comedor, lo trajo a su memoria y comenzó a recorrerlo con la mente y con las sombras que se forman cuando las velas se encienden.

Un jazz era el fondo perfecto para esta escena, alcanzó el control remoto y una tenue música comenzó a escucharse.

Encendió un cigarro y recorrió los pasos que…

¿Días? ¿Meses? ¿Años?

…antes, había dado con él.


Llegó al rincón entre la cocina y su habitación. Ahí reconstruyó las caricias, los besos desbordados, los muslos entrelazados.

Por instinto, comenzó a desabrochar los botones de su blusa hasta que esta cayó, dejando solamente los jeans, el sostén negro y sus pies descalzos.

Siguió caminando, fumando, hasta llegar a la sala. Observó un sillón y recordó cómo había estado sentada sobre él, cómo una mano estrujaba sus senos mientras la otra invadía su sexo. Recordó el contonear de sus caderas, los besos apresurados y la humedad que nacía cada vez que él la penetraba con fuerza.

Pudo escuchar los gemidos, los gritos de placer que de sus labios habían salido. Pudo ver su espalda arqueándose al llegar al clímax y, en los ojos de él, un brillo de infinito placer al explotar dentro de ella.

Después de unos minutos y con la mente más fresca, decidió entrar a la regadera. Encendió otro par de velas con aroma a coco y fresas y se dejó envolver por el agua caliente y el vapor, tratando de mantener las ideas claras.

El olor de las velas, el sonido del jazz y el olor a tabaco, sensibilizaban su piel al grado de erizarla con el ardor del agua acariciando su pecho, su espalda y los recuerdos aún frescos.

Evocó el momento en que invadieron la ducha e hicieron un mar dentro de aquel pequeño cuarto. Frotó sus dedos y, por un instante, creyó sentir la piel de aquel hombre, la

agradable sensación de la espuma sobre su miembro erecto, recordó el danzar de sus cuerpos acompañados de gotas de agua, jabón, deseo y ansias.


Inigualable el erotismo que puede nacer en un cuarto de baño.


Vinieron a su mente los momentos en que él acomodaba la cara entre sus piernas y con su lengua provocaba tormentas que inundaban todo a su paso.


Sintió un palpitar en su entre pierna…


Dejó que sus manos fueran hacía donde quisieran pues, en ese momento, ellas tenían el control.


                       Se hizo el amor…

                                                         Le hizo el amor...

                                                                                       Y llegaron al orgasmo…


ADD
21 . FEB . 2013

domingo, 17 de febrero de 2013

Luna.

La Paz de una cálida noche en el jardín, el cielo aborregado que dejaba ver las pocas estrellas fulgurantes en el firmamento y la luz de una luna azulada que hipnotizaba al que la miraba, se reflejaba en los ojos de Adriana, quien sentada en el filo de una pequeña banca a lado de un rosal miraba fijamente al infinito encanto de la noche y suspirando, de vez en vez, y meditando mientras se bronceaba con esa luz de luna llena.


Lejos, muy lejos de aquel jardín, estaba Roberto que veía en su sueño un ángel. No veía su rostro sino sólo la escuchaba y que dejaba una sensación de alegría en el corazón del soñador, quien siempre sonreía, cada noche y cada día en que se encontraba con aquella voz que poco a poco formaba la silueta de una dama.


Adriana, contemplando la inmensidad de la noche desde su balcón, suspiraba y recitaba una bella canción mientras soltaba su cabello antes de dormir una noche más... Entre suspiros y sonrisas, aquella mujer cantaba un poco a la luna.


A lo lejos, muy lejos de aquel bello momento, Roberto miraba también a la luna mientras le recitaba un verso: luz tenue de madrugada que baja por la orilla de la escalinata, que bañas con tu brillo el aura de las almas y que regalas las más bellas madrugadas... Permíteme que en esta noche en los sueños vea el rostro de aquel ángel que me habla...


En la paz de su alcoba, Adriana continuaba acicalando su cabello antes de dormir mientras la luna le acompañaba al pie de su ventana. Entre las cortinas se colaba aquella mágica luz que iluminaba los ojos de la bella princesa. 


A la distancia, Roberto miraba al cielo; contemplando el manto estelar sabía que la hora de dormir había llegado...


La vida y los años se encargaron de juntar, tal vez por el azar, tal vez por el destino a ese par de almas que, sin saberlo, habían quedado flechados por el mismo encanto de las noches de luna azul.


Una de tantas veces que solía a caminar, en una banca en medio de un bello jardín de la Ciudad, entre la gente, el ajetreo y la inmensidad de sonidos, mirando fijamente hacia donde estaba ella, Roberto sorprendido por su belleza pero tímido, tal vez por la circunstancia, se acercó al sitio donde Adriana escribía las canciones que noche a noche cantaba a la luna. 


Simplemente se miraron un poco antes de charlar sobre todo. Literalmente Roberto creía que era un sueño al ver que aquel ángel con el que soñaba existía en el mundo fáctico, que era tangible y en cuyos ojos la inmensidad del cielo era una nada. 


Sin saberlo, en medio de aquel jardín citadino y con la luz de luna dibujando las sombras del sendero, con el reflejo de las estrellas en sus ojos y con el brillo de la luna en los ojos de él, caminaron hasta que ella se fue, de nueva cuenta a la distancia a cantarle a la luna mientras que él se enamoró de la luna a través del reflejo en los ojos de Adriana.


... La hora de soñar había llegado para ambos quienes una vez más, tal vez sin saberlo, habrían de encontrarse allá, en donde todo es posible... Allá donde la luna llega también con su encanto a iluminar sus caminos por toda la eternidad...





Carlo Moreno-Jiménez (el Andariego)
Ciudad de México, Distrito Federal a 16 de febrero de 2013

viernes, 25 de enero de 2013

Tragedia Nocturna.

El soplar del viento, gélido e inaudito trajo consigo la sonrisa de mi fragilidad.

Andando por la calle, sin rumbo, la sombra de mis deseos se mantenía cercana a mi existencia, con callados pasos, alineaba sus formas con las mías para hacerme pensar, para hacerme creer que no existía!!!

Bajo las farolas tenues, al ritmo de mis glaciales pasos, con el rompimiento de las marchitas hojas que tras el seductivo abrazo del frío, sucumbieron ante su fúnebre encanto y se posaron en el urbano y crudo pavimento, el silencio sepulcral de mi respiración en medio de la nada, guía a mi mente, a mi alma, al abismo de los enamorados; la locura comienza a tomar colores purpúreos y carmines, delineando destellos que simulan venas y arterias.

No estoy aquí! Es solo mi reflejo, como a un maldito cuya alma ha sido privada de brios!

Mi soledad nunca te ha abandonado!

Despierta, por favor grítame que sigues a mi lado, deja de cubrir tu rostro magistral; ensancha mis heridas con la daga de tu belleza y tu pulcritud!

Sé que me amas! Entonces deja las tinieblas en las que te refugias, mi elegíaco amado. Si bien sabes que ambos pertenecemos a ellas, por qué fingir? Cómo describir los pasajes de tus terrores, de mis errores, de la maldad que nos atormenta al darnos cobijo?

Las noches de tortura sinuosa por la parvedad de tus ósculos merodeando la entereza de mi quidam que se afana de ti, simulan la inmolación de "su Salvador" ante dolor tan inefable.

Tómame! Arrastra tu ser a mi lado, fusiona mi pasión, mi locura con tu ira, con la lujuria que te arrebata de mi!

Dancemos una marcha oscura. Observo el fulgor de tu mirada frente a mi penetrante analizar.

Sabes que soy yo, al fijar tus fanales en mi, su destello se acrecienta al reconocer en mi faz la verdad, el amor de tu vida, tu paz.

Ven a mi, dulce amante, avidez en el crepúsculo de mi vida.

Reconozco en tu semblante la pureza del universo, la claridad de un ensueño revestido de diafanidad, mascara refractaria de la opulenta osadía de nuestra perversidad.

Consagrémonos en este momento que perdure para la eternidad, reconozco tus formas y tu figura, eres aquel que siempre me ha guardado, protegido de vicisitudes y amado desde el día de mi nacimiento. El tiempo no espera, el momento ha llegado!!! Nuestra tortura halla finalmente su consecución, el hado que nos aguardo pacientemente, se revela ante nuestros ojos dando paso a la inmortalidad de nuestra felicidad...

Una aguzada daga besa mi rostro y me seduce al recorrer mi cuello de costa a costa e hincarse en el mismo con la euforia de un bienquisto que descubre por fin a su amor, desangra mi ser con pasión y mientras el suceso toma lugar, llega a tu pecho buscando su blanco, permitiendo que su latir le sirva de detector, hundiéndose profundamente en ti, empalmando las circunstancias de nuestros cuerpos, dando tiempo suficiente para acercarnos uno al otro, para bebernos mutuamente, para perpetuar nuestros sentidos en la mas álgida expresión de amor que el mundo pudiera experimentar.

Soy tuya! Grito con desesperación para que la alimañas de la oscuridad nos clamen!!!

Te amo! Es la frase que escapa cada vez mas agitada de mi, me enreda en tu cuerpo con su mención; como un conjuro que promete una eternidad, una desvariación del tiempo-espacio en la que la pertenencia coligada es la regla perpetua.

Siempre tuya, siempre mío!!!

La vida nos mantuvo distantes. La muerte nos da comunión. El momento de la verdad ha llegado.

De vuelta al materialismo, una multitud se reúne en medio de una calle, la madrugada azota a los serviles que dotan de gritos espeluznantes a las sombras al enfrentar la crueldad!!!

Una joven dama, bella y de tez pálida, yace sin aliento, bañada en el liquido vital, envuelta en su largo y oscuro vestido de encajes. En la faz una sonrisa, los ojos abiertos contemplando la profundidad, en una mano una hiriente daga ensangrentada, en la otra, el visaje de una mano entrelazada con una hoja de papel que nadie pudo... ni quiso leer.


"Kasdeya"

viernes, 18 de enero de 2013

Un Sueño.

Miraba por la ventana, llovía, sentía algo en el pecho; una especie de presión y un vacío en el estómago, hacía ya varias horas que este malestar le aquejaba

Recorrió con el dedo una gota que bajaba por el cristal, por instinto llevó el mismo dedo a su mejilla y limpió una lágrima. 

Sintió frío de repente y cruzó los brazos en su pecho, miró el teléfono, sabía que no llegaría la llamada que esperaba pero que ansiaba con toda el alma. El reloj marcaba ya las 3 am, era tiempo de ir a la cama, era tiempo de ir a ese lugar donde todo puede ser posible, donde podía abandonar esa presión nada agradable, era tiempo de soñar y... Soñó.

Tuvo un sueño que era posible. Soñó que se comía todas las palabras de las conversaciones que habían mantenido, las meditaba en el transcurso de la noche y no entendió muchas cosas pero se sentía demasiado avergonzada para preguntarle a Él.

Soñó que no había espacio entre las palabras, porque los espacios eran una estupidez, sobre todo cuando esos espacios estaban entre ellos.

Tuvo un sueño. Soñó que estaban en partes separadas por la carretera, se miraban a los ojos cuando cruzaban.

Tuvo la sensación de que eso significaba algo.

Había hecho las maletas, había buscado en todas las aerolíneas y se demoró mucho tiempo para encontrar algo (no todo podía ser tan malo).

Él la estaba esperando, lo miró y de repente le dieron ganas de llorar.
Llovía. 

Salieron bajo la lluvia, llegaron a su casa. 

Levantó la ceja, encogió los hombros, secó sus lágrimas y se quitó la ropa mojada.

Él le dio una de sus camisetas y le preguntó sí necesitaba algo más. "No, gracias" contestó Ella.

Soñó que no dormían, sólo perdían la ropa y Él jugaba con su cuerpo.
Hacía calor y era sexy, tan sexy...

Tuvo un sueño. Soñó que hacían el amor y que Él cuidaba de Ella. Sus manos la dejaron inconsciente, gritando por más.

Ella besó su pecho y pudo escuchar a su corazón susurrar que quizá lo necesitaba más de lo necesario.

Tuvo un sueño. Sí, fue un sueño porque Él la amaba, porque la deseaba, porque le hacía el amor.

Lo sintió, lo disfrutó como cada vez que Él le describía la manera en que la haría suya.

Fue un toque de luz que estaba en todas partes y se perdió, se perdió como en todo sueño...

Esa noche, soñó que estaba dentro de Ella.

Y despertó llorando.

Fue un buen sueño, pero sólo un sueño que, perfectamente sabía, jamás podría ser realidad.


ADD
18 DE ENERO DE 2013

domingo, 6 de enero de 2013

Sueño de cafetería.

Manuel, un viejo conocido de los andares de la vida que, al igual que el Andariego, suele perderse en el encanto de la soledad y con su voz en el silencio; ha regresado una vez mas al lugar donde inició sin querer la mejor escena de su vida y donde paradójicamente habría de escribir las líneas que dieron forma a su historia.

Recuerda a Isabela, una bella mujer de 43 años que solía pasear por las calles de los barrios de la colonia Juárez, sonriendo siempre al pasar y que deslumbraba con el contoneo de su andar, su cabello castaño que brillaba con el sol, sus ojos verdes y el aroma a flor de azalea que dejaba perfumadas las mejillas de los que le saludaban. Era una mujer fascinante.

Solia detener su caminata en la esquina de Versalles justo en la galería Artdicré donde exponía algunas de las esculturas que imaginaba y elaboraba. 

De paso por la cafetería de al lado, aun recuerda Manuel esa tarde, se detuvo a pedir "lo de siempre". Un expresso doble para mitigar el cansancio y la fatiga generada de tantas noches en vela ideando la última obra que realizaría.

Él solo la miraba mientras ella tímidamente le sonreía y se incorporaba de vuelta a su mesa para degustar su bebida. De forma osada, nuestro amigo miró la silla solitaria que convenientemente quedaba donde se encontraba Bella (como solía decirle) e intempestivamente se situó en la escena:

-Dicen que solo los ángeles tienen alas... ¿donde has dejado las tuyas?- Preguntó Manuel para romper el hielo.

-Pero vaya que eres temerario al llegar y ocupar este lugar. Dime, ¿acaso no sabes que hasta las diablas podemos pasar como ángeles? Andá. ¿Que querés?- Respondió con fiereza y seguridad.

Eso sería lo que fomentaría la atracción fatal para Manuel; aquella mujer tan altiva que de poco en poco abriría sus sentimientos y se dejaría enamorar por ese catrín que haría hasta lo imposible por conquistar no solo su corazón... sino encantarle todos los sentidos.

Aquél testarudo hizo hasta lo imposible por terminar su trabajo diario a tiempo para poderse escapar de su oficina de la calle de Barcelona para correr puntual a las tres de la tarde y encontrarse con la mujer que había movido el eje de sus pensamientos... a la que estaba dispuesto a entregarle la vida si así fuera necesario. Tres largos, eternos meses pasaron para que, en medio del olor a café y el perfume de Azaleas, Isabela por fin atendiera la petición de Manuel; una invitación para cenar en su apartamento, muy cerca por la calle de Atenas. Aquella noche del 19 de julio de 1986 quedaría marcada como el inicio de su aventura. Un par de olvidados por la vida que se juntarían... por algunos años.

Ella vivía en la parte de arriba de la galería de arte pero se mudo a casa de Manuel para pasar mas tiempo y convivir juntos. El aroma de su perfume inundaba las habitaciones de su hogar y su voz tenue llegaba a todos los rincones hasta que el sonido se perdía con el sonido del tráfico de Reforma de las 5 de la tarde. Ella vendió eventualmente su galería para dedicarse a dar clases de arte contemporáneo en una escuela de iniciación artística mientras que él seguía atendiendo su oficina; no dejaría la abogacía que tantas satisfacciones le había dado.

Así fue su vida durante casi nueve años...

Quien diría que en ese lugar donde pasaron los mejores momentos de sus vidas hasta aquella mañana de abril de 1995, Manuel se reencontraría con el silencio, la quietud...

... La soledad una vez mas.

Sobre el Secreter que se encontraba en la esquina de la habitación principal había una nota que hacia las veces de una despedida. Una hoja blanca arrugada como si fuera a ser tirada al basurero que retomó su forma original, contenía unas lineas que decían esto: 


La vida nos puso justo donde debíamos estar. Nuestros caminos se encontraron en el momento preciso para que juntos, mirándonos de frente y sin dudas nos volviéramos una sola alma. A pesar de que lo mejor de mi vida lo he pasado contigo, también te puedo decir que ha llegado el momento de partir de nuevo y regresar al origen de mi inspiración. Ver de nuevo un atardecer en Buenos Aires, correr donde los viejos y mirar a los pibes felices por la playa en Puerto Belgrano... perderme en el Mar de la Plata y mirar el infinito del horizonte que tanto añoro...  La nostalgia ha invadido mi ser. He llegado el momento de volver.

Te llevo en mi mente, en el retrato que he tomado de la sala y en un lugar muy especial donde guardaré todas y cada una de las palabras que siempre me decías. ¿Lo recordás?... Seré esa diabla con cara de ángel que espero vos no olvidarás.

No te diré adiós sino hasta siempre. Que allá donde esté ese lugar te volveré a ver.

Isabela.


Aquel hombre con el corazón destrozado no encontraba consuelo ante tal situación. Todo lo que miraba alrededor le recordaba a ella... El olor de ese perfume quedaría guardado en su mente por mucho tiempo. 

Decidió mudarse de apartamento a unas cuantas calles del lugar para alejarse de este tormento. La distancia sería lo mejor. Se concentró en hacer un mejor trabajo y su vida solo circulaba entorno de su noble labor en la abogacía.

De vez en vez, solía regresar a las calles que fueron los escenarios de esta historia.


Era una tarde de julio del 99'. Tan llena de contrastes con un cielo nublado que dejaba asomar tímidamente el sol de verano que bañaba de luz las viejas fachadas y pórticos de las casas en la calle de Londres, que en medio de su encanto arquitectónico e histórico evocaba a los recuerdos lejanos de aquél hombre que meditaba sentado en el pequeño jardín, frente a la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús. El sitio lucía vacío con pocos transeúntes recorriendo las aceras.  

Con la mirada expectante y los sentidos agudizados, recorría el lugar siguiendo el sendero y tratando de reconstruir el rompecabezas que se había formado y paso a paso recolectando las piezas que el pasado se encargó de mandar a volar con el viento. Caminando por la calle de Lisboa, se enfiló a la cafetería una vez mas a leer un texto de Gabriel García Márquez que le habían recomendado para "despejar la mente".

Sentado de nuevo en la mesa que siempre quedó reservada para ellos, Manuel se volvió hacia el rincón donde hablo por primera vez con "su ángel, Bella", mientras leía atento una de las "Trece lineas para vivir" que le llamo la atención:


No llores por lo que ya se terminó... Sonríe, porque sucedió.


Aquella tarde dejo que su recuerdo solo se convirtiera en un sueño en la cafetería. 


Carlo Moreno-Jiménez  "el Andariego"
Ciudad de México, Distrito Federal a 3 de enero del 2013