sábado, 23 de febrero de 2013

Recuerdos.


Era la media noche cuando llegó a casa, estaba agotada…

Se detuvo en la puerta e inevitablemente pensó en él.

Con la mirada recorrió las paredes, aquellas paredes en las que fueron, en las que se hicieron, en las que nacieron, en las que tantas veces se habían reconocido, se habían acariciado. En las que hicieron nacer fluidos y las que guardaban tantos gemidos ahogados.

La nostalgia la invadió y junto con ella unas ganas tremendas de entrar a la ducha.

También sintió una sensación titilante en los dedos por querer escribir…

Escribirle como hacía ya tiempo no lo había hecho.

Estaba demasiado cansada para tomar el papel y el lápiz así que, el escribir, decidió dejarlo para después.

Se dio cuenta que la luz, encendida al entrar, lastimaba sus ojos, no tenía ganas de luz. De un salto llegó al apagador y se quedó en completa oscuridad. Del tercer cajón del mueble más cercano extrajo un par de velas y las encendió.

Se sentó en una silla del pequeño comedor, lo trajo a su memoria y comenzó a recorrerlo con la mente y con las sombras que se forman cuando las velas se encienden.

Un jazz era el fondo perfecto para esta escena, alcanzó el control remoto y una tenue música comenzó a escucharse.

Encendió un cigarro y recorrió los pasos que…

¿Días? ¿Meses? ¿Años?

…antes, había dado con él.


Llegó al rincón entre la cocina y su habitación. Ahí reconstruyó las caricias, los besos desbordados, los muslos entrelazados.

Por instinto, comenzó a desabrochar los botones de su blusa hasta que esta cayó, dejando solamente los jeans, el sostén negro y sus pies descalzos.

Siguió caminando, fumando, hasta llegar a la sala. Observó un sillón y recordó cómo había estado sentada sobre él, cómo una mano estrujaba sus senos mientras la otra invadía su sexo. Recordó el contonear de sus caderas, los besos apresurados y la humedad que nacía cada vez que él la penetraba con fuerza.

Pudo escuchar los gemidos, los gritos de placer que de sus labios habían salido. Pudo ver su espalda arqueándose al llegar al clímax y, en los ojos de él, un brillo de infinito placer al explotar dentro de ella.

Después de unos minutos y con la mente más fresca, decidió entrar a la regadera. Encendió otro par de velas con aroma a coco y fresas y se dejó envolver por el agua caliente y el vapor, tratando de mantener las ideas claras.

El olor de las velas, el sonido del jazz y el olor a tabaco, sensibilizaban su piel al grado de erizarla con el ardor del agua acariciando su pecho, su espalda y los recuerdos aún frescos.

Evocó el momento en que invadieron la ducha e hicieron un mar dentro de aquel pequeño cuarto. Frotó sus dedos y, por un instante, creyó sentir la piel de aquel hombre, la

agradable sensación de la espuma sobre su miembro erecto, recordó el danzar de sus cuerpos acompañados de gotas de agua, jabón, deseo y ansias.


Inigualable el erotismo que puede nacer en un cuarto de baño.


Vinieron a su mente los momentos en que él acomodaba la cara entre sus piernas y con su lengua provocaba tormentas que inundaban todo a su paso.


Sintió un palpitar en su entre pierna…


Dejó que sus manos fueran hacía donde quisieran pues, en ese momento, ellas tenían el control.


                       Se hizo el amor…

                                                         Le hizo el amor...

                                                                                       Y llegaron al orgasmo…


ADD
21 . FEB . 2013

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