jueves, 31 de octubre de 2013

Mis fieles difuntos

Olores, colores y sabores que evocan al recuerdo; el calor de la velas que iluminan la ofrenda de noviembre, con sus naranjas del cempasuchil, los violetas, rojos y negros del papel picado que nos recuerdan, de manera sarcástica que nuestro destino, al final del tiempo, será el de las catrinas y catrines. 

No puede faltar los platillos y bebidas preferidas del abuelo, los cigarrillos de la abuela y el dulce del pan que tanto le encantaba a la tía. Mirando aquello, enmarcado por las típicas "calaveritas" con sus coloridos toques azucarados en colores azules, amarillos y verdes, recordaba a cada uno de esos seres maravillosos que pisaron este plano terrenal en el que dejaron su huella particular en cada cosa o frase propia.

Mientras tanto, colocaba algunos vasos con agua y encendía en un pequeño anafre el carbón para el copal y el incienso con el característico aroma que desprende, para perderme entre esa nube de perfumados recuerdos, con sus fotos, con sus risas y sus charlas. El encanto y el recuerdo me hicieron recordarles mucho.

Probablemente, tal cual lo marcan algunas leyendas, aquellos que se adentraron, regresarán a ver como estamos acá, los mortales, que entre tantas cosas, seguimos dando la batalla cada día, ante situaciones complejas o disfrutando la vida a risotadas.

Tal vez desde el miktlan, el nirvana o el paraíso, pero por un par de días, esos seres maravillosos regresan a visitarnos, y lo mínimo que podemos es ofrendarles en tributo a su vida, como signo de respeto, añoranza y tal vez de respeto, un altar digno para que disfruten un rato y sepan bien que a pesar de su partida, no se han ido del todo.

Particularmente, imagino a mis fieles difuntos reunidos todos felices y tranquilos de saber que su obra persiste,a pesar de la distancia y el tiempo; a pesar de la ausencia y, en ocasiones, el olvido. 

Pero en mi caso particular eso no ha sucedido. Puedo decirles que los imagino a todos ellos, felices, reunidos en una mesa platicando, gritando y riendo. Puedo ver a la legendaria Tía Concha gritando en la cocina; a la gran Elena llamado a cenar a los muchachos; a Don Aurelio sentado en su sillón, acariciando a su afelpada Alaska, mientras la tía Socorro y Gabriel felices miran a los que comen en la primera ronda de la cena. Víctor, Esther, Pilar y Enrique, ya sentados a la mesa, escuchan al buen Espiridión contando sus historias "de cuando andaba, allá en el rancho", en tanto Félix, el Prieto comía su platillo de mole con arroz. Ciertamente imaginar a aquellos que se me han adelantado es curioso, tanto o más que mientras escribo esto brotaba una lágrima.

En recuerdo de aquellos que ya no están, a su memoria, seguiré adelante con esta colorida y bella tradición de colocar en un altar las imágenes de los que fueron y que se nos fueron. 

Vida eterna a quienes nos antecedieron y se adelantaron al descanso.

Gracias por lo que dejaron en nuestros corazones, nuestras mentes y en nuestras vidas.

En su honor, una plegaria. Brindemos por los que se fueron. Brindemos por nuestros fieles difuntos. 


Ya son las doce. Bienvenidos sean.

Carlo Moreno-Jiménez "el Andariego"
Ciudad de México, a 1 de noviembre de 2013.

No hay comentarios:

Publicar un comentario