domingo, 12 de agosto de 2012

Llueve en la Ciudad


Hoy, después de la fuerte lluvia que cayó en el centro de la ciudad de México, me puse a recordar aquello que me sucedió hace ya bastante tiempo.

Pero… Permítanme presentarme: Mi nombre es Enrique Barberá, viejo amigo de Isabella, la linda señora protagonista de esta historia; literalmente digo lo de "viejo" porque tengo cumplidos 73 años en los cuales aprendí que en el silencio podemos decir tantas cosas…


Pero en fin, te contaré la historia:


Una luz en el cielo seguida de un estruendoso sonido indicaba la inminente llegada de una tormenta, el reloj de la Catedral marcaba las 7 pm, la gente corría a buscar refugio en los arcos del palacio del Ayuntamiento; otros más; entraban corriendo a la estación del Metro Zócalo.

Isabella caminaba a lo largo de la plancha de la Plaza de la Constitución sin percatarse de todo el ajetreo que había a su alrededor. Contemplaba el andar de los paseantes y se imaginaba las cosas que platicaban, se decían o se gritaban. A su paso, la gente la miraba curiosamente; pues ella parecía no escuchar nada ni a nadie; así es, nuestra buena amiga Isabella, no podía oír nada.

Desde pequeña fue diagnosticada por un especialista, el cual dijo a sus papás que la niña padecía una sordera profunda y la única forma de poder interactuar con ella sería por medio de gestos y, en algunos años, por medio de letras. Con el paso del tiempo, Isabella se fue familiarizando con aquel silencio obligado que habría de acompañarle durante el resto de su vida. Ella pensaba que lejos de ser malo no poder oír a nadie, era lo mejor que pudo haberle pasado, ya que nunca habría interrupciones, gritos o lamentos que entraran a su cabeza y perturbaran su paz.


Amante de recorrer grandes espacios y de realizar largas caminatas los Viernes por la tarde, Isa; como le decimos de cariño, seguía siempre el mismo trayecto: llegaba procedente de la calle Barcelona, en la Colonia Juárez, caminaba desde la calle Manuel Tolsá y, doblando por la izquierda, se entretenía con las novedades que ofrecían los vendedores de libros en la Ciudadela. Recorría la Avenida Balderas hasta llegar a Juárez y caminaba por la acera de la Alameda Central, luego llegaba a la calle de 5 de mayo donde por lo regular tomaba un café Expreso o un cortado largo si su humor no era del todo bueno. Concluía su travesía al llegar a las puertas de la Catedral, cruzaba la Plaza de la Constitución y tomaba un lugar para observar, imaginar y sobre todo para meditar.
Si que la conozco bien…
Pero bueno… Lo que quiero relatarte, sucedió un 12 de Abril de 1989, como ya mencioné, eran las 7 pm y una fuerte tormenta estaba a punto de caer. Isa caminaba ya sin rumbo pues el único motor que mantenía a flote su barco había partido: Su padre, quien le había enseñado que lo importante no eran las palabras sino los actos, ese hombre que secó sus lágrimas cuando su mamá murió, “mamá nos mira desde el cielo” decía Don Jerónimo a su pequeña hija para tranquilizarla, aquel hombre de mirada serena y de paciencia inagotable había fallecido ese día por la mañana.

Las gotas de lluvia caían de tal forma que parecía que miles de personas lloraban al unísono. Los truenos que esa tarde y esa noche acompañaron a nuestra querida amiga fueron reflejo de la tristeza y los gritos de dolor que ella no podía sacar.

Las luces del alumbrado se encendieron y con ello se dio paso a la noche, una muy larga noche para nuestra querida Isa quien enfilaba sus pasos por 20 de Noviembre para dar vuelta hacia la calle de San Jerónimo  justo como el nombre de su padre. Rompió en llanto al ver la nomenclatura enmarcada en un cuadro azul con letras blancas, caminaba por esa callejuela hasta llegar al jardincito de Las Vizcaínas donde en medio del silencio, los arboles y las frías bancas de metal por primera vez pudo escuchar algo, una voz que le dijo:

-Sábete muy bien que eres todo para mi, que me hiciste muy feliz y que mi tiempo ha llegado. ¡Si tu madre pudiera haberte conocido como yo lo hice estaría tan orgullosa de ti! Mi cielo, pedacito de cielo.
El momento y las circunstancias en que se encontraba Isabella hicieron que estas palabras tuvieran un efecto inimaginable: Pudo oír hablar al corazón.

Muy pocos son los que tienen ese maravilloso don de poder saber qué es lo que alegra o acongoja a la gente, muy sabios aquellos que dicen que EL CORAZON NO ES SOLO UN ORGANO VITAL, ENTRE SUS MULTIPLES FUNCIONES, REALIZA UNA MUY IMPORTANTE: GUARDAR LOS SENTIMIENTOS...

El tiempo pasó volando, la fuerte lluvia se convirtió en sólo una ligera brisa; el reloj ya marcaba las 12 am. Nadie sabía dónde estaba la bella Isa; una mujer de 24 años muy bonita a la cual siempre le gustaba andar muy bien arreglada, coqueta y que para todos tenía siempre la misma respuesta: una sincera sonrisa que nos hacia el día a quienes teníamos la fortuna de disfrutarla.

Uno de sus primos siguió buscándola y finalmente la halló caminando entre las jardineras de la Ciudadela, con un sentimiento de nostalgia pero llena de paz y tranquilidad. ¡Por primera y única ocasión había escuchado hablar a su querido papá! La lluvia seguía cayendo sobre el camino de nuestra amiga...

20 años han pasado desde aquel suceso y cada que llega la fecha, el día de rememorar a su padre, Isabella recorre calles ya cambiadas y realiza el mismo trayecto de aquel día de la partida de su papá.
Es 12 de abril de 2009, son las 6:53 de la tarde, las nubes grises a lo lejos nos advierten de la tormenta, Isa sigue sobre sus pasos recorridos y al fin llega al, ahora descuidado y solitario, Jardín de Las Vizcaínas.

Se dirige a aquella banca donde sentada estaba ella y en la cual se produjo el maravilloso milagro de que pudiera escuchar lo que le decía su papá. Esta parecía que estaba esperándola para que tomara asiento en ella. Son ya las 8 de la noche y comienzan a caer las primeras gotas de lluvia, en medio de ese lugar, entre luces y silencio, me encuentro con nuestra amiga Isabella a quien desde lo más profundo de su ser le oí decir:

HACE 20 AÑOS TE VÍ PARTIR, HACE TANTOS AÑOS ANHELO VERTE VENIR. EL DÍA DE HOY, COMO HACE YA BASTANTE TIEMPO, LLUEVE EN LA CIUDAD DE LOS PALACIOS. GENTE QUE SE VA, LLEGAN UNOS NUEVOS PERO SIEMPRE SE QUEDARAN AQUELLOS QUE, AUNQUE SON LOS MENOS, SERAN LOS QUE DE POR VIDA SE LLEVARAN MIS APRECIOS Y MIS MEJORES DESEOS.


Isabela me enseñó una lección importantísima ese y muchos días: todos debemos escuchar no solamente las palabras, también las acciones cuentan.

Al terminar de escuchar aquella historia, recordé que siempre es bueno hablar con la gente ya que ellas tienen muchas cosas interesantes por contar...


Carlo Moreno-Jiménez (el Andariego)
Ciudad de México, Distrito Federal 12 de agosto 2012

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