Estas palabras las escuché hace tiempo de un buen amigo y de
inmediato vinieron a mi mente aquella tarde…
Caminaba por las calles de Madrid, recién había salido de
clases y no quería volver a mi habitación ya que el calor del verano era abrasador. Al cruzar por un pequeño callejón
encontré una biblioteca, entré de inmediato y comencé a deambular por los
pasillos. Entonces me atrajo la mirada una placa metálica en uno de los
estantes: -“Libros donados por Don
Jerónimo Cisneros, para la comunidad Madrileña. De parte de un mexicano
agradecido con vosotros por el cobijo otorgado en mi exilio“. Imagino que
habrá sido un gran lector, pues la colección se componía de unos 1024 libros, según
decía la placa con fecha de agosto de 1934… Seguí haciendo mi recorrido. No
buscaba nada en específico; sólo me entretenía viendo las largas filas de
libros y de vez en cuando tomaba alguno y lo hojeaba por encima.
Después de casi una hora decidí salir; cerré el tomo que
tenía en las manos y me dispuse a ponerlo en su lugar. Me estaba costando
trabajo, algo me impedía acomodarlo y al buscar el motivo encontré un pequeño volumen
de no más de 15 cm; las pastas, de color negro, estaban desgastadas, no tenía
título y parecía que nadie lo había abierto en mucho tiempo. Lo tomé y comencé
a hojearlo igual que había hecho con los anteriores. No contenía nada
importante para mí, parecían rutas de navegación. Estaba a punto de dar por terminada
la inspección cuando encontré algo que llamó poderosamente mi atención:
Era un sobre amarillento, las palabras escritas sobre él
eran ya ilegibles; sólo alcancé a leer en una esquina la palabra “Cisneros”.
Abrí aquel enigmático sobre y saqué una hoja, una carta
escrita con una impecable caligrafía totalmente legible:
Veracruz, México. Diciembre 25 de 1912
Mí muy amado Jerónimo:
Quisiera en éste momento poder mirar tus ojos y que fueran mis labios y
no mis letras los que expresaran el sentimiento que albergo después de haber
leído tu carta; esas letras que llenaron mi espíritu de esperanza; que llenaron
mi cuerpo de calor; el calor que no había sentido desde hace 9 años, para mi, una eternidad…
Quiero que sepas que todos los días y en cada momento estás en mis pensamientos; cada respiro y cada
suspiro son por ti y para ti.
Te añoro tanto amor mío, añoro tenerte entre mis brazos, añoro aquellas
tardes en que bajo el crepúsculo
acariciabas mi cabello durante largo rato mientras mi cabeza reposaba entre tus
piernas…
Nada ha vuelto a ser lo mismo desde que no estas aquí, podría decir que
el tiempo se detuvo en aquel beso de nuestra despedida. Aún puedo sentir en mis
labios el suave roce de los tuyos y tus tiernas caricias sobre mis mejillas
limpiando las lágrimas que caían; lágrimas que no han dejado de correr durante
todo éste tiempo.
Muchas veces me han preguntado ¿Por qué no sonrío? Quisiera gritarles
que mi alegría se fue contigo, que no volveré a sonreír hasta el momento en que
pueda recostar mi cabeza sobre tu pecho de nuevo y vuelva a escuchar las
palabras que me llenan de vida: Te amo.
Amado mío, regresa. Regresa por favor; ven a mi y quédate para siempre,
no tardes porque sin ti, de apoco se me va la vida y no quiero terminarla si no
es contigo a mi lado, no quiero esperar a otra vida; quiero vivir ésta contigo.
Puedo escuchar las campanas tubulares del reloj, sé que cuando leas
éstas líneas contemplarás mi retrato,
sábete que yo sostengo el tuyo y
lo oprimo a mi pecho con fuerza.
No me despido de ti amor mío, sólo te dejo un instante. Dentro de este
sobre va también mi corazón y todo mi amor.
Una vez más te ruego que vuelvas; te espero.
Siempre tuya
Carolina Ponce de León
Cuando terminé de leer la carta todo mi cuerpo vibraba al
saber todo el sentimiento que contenían esas letras.
Guardé la hoja con mucho cuidado en el sobre y lo puse de
nuevo en el libro, pensé en llevarla conmigo pero su lugar era entre aquellas
páginas, estoy segura que aquel volumen perteneció a Jerónimo Cisneros,
entonces era el hogar de aquel sobre que no contenía sólo palabras, sino un
corazón.
Fue entonces que recordé las palabras de mi amigo y más que
nunca cobraron sentido para mí.
Como alguna vez escribiera Shakespeare:
"El tiempo es muy lento para los que esperan...
Muy rápido para los que temen,
Muy largo para los que sufren,
Muy corto para los que gozan;
Pero para quienes aman, el tiempo es eternidad."
No sé si algún día Carolina y Jerónimo volvieron a estar
juntos, pero desde lo más profundo de mi corazón, deseo que así haya sido...
ADD & Carlo Moreno-Jiménez (el Andariego)
Madrid, España.- Ciudad de México a 2 de Agosto de 2012
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