Visiones apocalípticas, caída
de meteoritos a la Tierra, regreso de los Dioses y los muertos desde el Xilalbá o el Mictlán (según sea el caso); los grandes terremotos y las
hordas desesperadas de personas que buscarán salvarse de aquellos males que se
presagiaban al final de los tiempos. Todo eso ha influido en los temas de
conversaciones y películas gabachas desde
hace algunos años. Mitos y leyendas dicen unos... El fin de la vida como la
conocemos dirían otros...
Para algunos que piensen igual
que yo, creemos que el "fin del mundo" es particular y llega
inevitablemente a nosotros de una u otra forma. La vida humana cuya fragilidad
todos conocemos no solo sigue siendo enigmática para aquellos estudiosos
del complejo organismo perfectamente creado por Dios, un joyero Suizo
o algún ocioso que solo se puso a unir piezas a ver que diantres
le salía, en fin; eso y más es el cuerpo humano, digo yo.
A pesar
del fenómeno mediático que se ha generado respecto al tema que me
hace escribir el día de hoy, lejos de alejarme y dejar pasar la oportunidad, me
he puesto a reflexionar algunas cosas que no podía dejar de anotar en
mi vieja libreta junto a mis historias y relatos...
Cómodamente sentado en mi lugar
favorito del Parque para escribir, comencé a divagar respecto al Final…
Mirando un atardecer seria la
forma perfecta de terminar con el paso por esta vida le decía a mi gran amigo y
compañero de batallas “el Andariego” que, sentado y a la luz del faro en el
Parque México me respondía: -Es una forma
muy estúpida de hacerlo, ¿no crees? Y quién te acompañaría al viaje eterno.
¿Acaso solo tus recuerdos? Dime, ¿Es posible que seas tan egoísta como para
zarpar a una aventura metafísica solo? Mirándolo fijamente, aquel amigo mío
apuntaba con el dedo índice hacia el final del camino mientras seguía repasándome
un severo regaño. Solo me quedo escucharle.
Meditaba un poco acerca del
acontecimiento. El cielo de las 6:34pm me llevaba a mis pensamientos y
nostalgias; “el Andariego” me observaba fijamente con las manos dentro de los
bolsillos de su abrigo oscuro… con la mirada de pantera que le caracteriza y con
el sombrero Fedora Walton negro…
Mientras tanto yo seguía divagando. Reflexionando.
¿Podremos imaginar cual será
nuestro final? Sería algo con lo que, al menos yo, no podría vivir. ¿Saber cuándo
llegará la hora fatal?... ¡Mucho menos! ¿Qué pasaría si pudiéramos elegir la
forma y el momento de realizar ese Grand
Finale que a todos nos llegará? Un privilegio que solo pocos han tenido.
¿Arrepentimientos?, ¿Culpas?,
¿Cosas inconclusas o que no hicimos por miedo al éxito o al fracaso? Todo eso
le preguntaba al “Andariego” que solo me palmeaba la espalda como queriendo
decirme ¡¡¡CALLA DRAMÁTICO!!! La desesperación
de tanta estupidez hacia que a mi compañero le diera nauseas continuar con
nuestra poco común charla semanal.
-Antes de que continúes con tus idioteces déjame decirte algunas cosas.
Decía aquél.
-¿Sabes cuál sería el verdadero “Fin del Mundo” como lo conoces? Si, a
ese que tanto le puedes llegar a temer y del cual huyes ¿Lo sabes?...
Aquel momento en que las personas no sean egoístas y dejen la traición y
la avaricia. En el instante en que los rencores queden de lado y simplemente se
ocupen de no preocuparse por lo vano y material. Cuando dejemos de ver que los
niños en la calle no piden limosnas para sobrevivir un día más. ¡Cuando la
violencia cese y las guerras no existan! Cuando dejemos de pensar que nadie es más
miserable que nosotros. ¡Cuando aprendamos a perdonar y enmendar los errores! Egoísmo;
Traición; Vanidad y Rencor… Esos son los verdaderos 4 jinetes del
apocalipsis que viven entre los hombres y mujeres. Debemos evitar que crezcan
en la gente y se multipliquen pero, mi querido amigo, tal parece que ya es
tarde para cerrarles la ventana.
Tal vez llegará el día en que ese mundo vano acabe. Que la oscuridad
humana no prolifere y acabe con los muchos que aun guardan luz para guiar a los
demás. Espero que suceda, aunque créemelo, no estaremos aquí para verlo.
El brevísimo monólogo del Andariego
me había dejado anonadado y pensativo. Simplemente tenía razón. La dureza de aquellas
palabras hacían que meditara callado mientras miraba el reloj. Las 9:21 de la
noche era el momento de partir. Mi gran amigo Andariego emprendía de nuevo el
camino hacia la lejanía del sendero, perdiéndose entre la oscuridad de los árboles
y las tenues luces que bordean el Parque.
Mientras caminaba y repasaba la plática
ya de regreso a casa, miraba con atención un pequeño cartelón que resumía en
unas cuantas líneas lo que acababa de escuchar:
... Y al final de los tiempos, Kukulkán descendió de su castillo para presenciar como el mundo no se acabaría solo. Los que lo habitaban se encargarían de hacerlo...
Y como dicen algunos: No me da miedo que se acabe el mundo. Me preocupa que siga igual.
Carlo Moreno-Jiménez (el Andariego)
Ciudad de México, distrito Federal, a 21 de diciembre del 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario