jueves, 20 de diciembre de 2012

Reflexiones sobre el "Fin del Mundo"...

Visiones apocalípticas, caída de meteoritos a la Tierra, regreso de los Dioses y los muertos desde el Xilalbá o el Mictlán (según sea el caso); los grandes terremotos y las hordas desesperadas de personas que buscarán salvarse de aquellos males que se presagiaban al final de los tiempos. Todo eso ha influido en los temas de conversaciones y películas gabachas desde hace algunos años. Mitos y leyendas dicen unos... El fin de la vida como la conocemos dirían otros...


Para algunos que piensen igual que yo, creemos que el "fin del mundo" es particular y llega inevitablemente a nosotros de una u otra forma. La vida humana cuya fragilidad todos conocemos no solo sigue siendo enigmática para aquellos estudiosos del complejo organismo perfectamente creado por Dios, un joyero Suizo o algún ocioso que solo se puso a unir piezas a ver que diantres le salía, en fin;  eso y más es el cuerpo humano, digo yo.


A pesar del fenómeno mediático que se ha generado respecto al tema que me hace escribir el día de hoy, lejos de alejarme y dejar pasar la oportunidad, me he puesto a reflexionar algunas cosas que no podía dejar de anotar en mi vieja libreta junto a mis historias y relatos... 


Cómodamente sentado en mi lugar favorito del Parque para escribir, comencé a divagar respecto al Final…


Mirando un atardecer seria la forma perfecta de terminar con el paso por esta vida le decía a mi gran amigo y compañero de batallas “el Andariego” que, sentado y a la luz del faro en el Parque México me respondía: -Es una forma muy estúpida de hacerlo, ¿no crees? Y quién te acompañaría al viaje eterno. ¿Acaso solo tus recuerdos? Dime, ¿Es posible que seas tan egoísta como para zarpar a una aventura metafísica solo? Mirándolo fijamente, aquel amigo mío apuntaba con el dedo índice hacia el final del camino mientras seguía repasándome un severo regaño. Solo me quedo escucharle.


Meditaba un poco acerca del acontecimiento. El cielo de las 6:34pm me llevaba a mis pensamientos y nostalgias; “el Andariego” me observaba fijamente con las manos dentro de los bolsillos de su abrigo oscuro… con la mirada de pantera que le caracteriza y con el sombrero Fedora Walton negro… Mientras tanto yo seguía divagando. Reflexionando.


¿Podremos imaginar cual será nuestro final? Sería algo con lo que, al menos yo, no podría vivir. ¿Saber cuándo llegará la hora fatal?... ¡Mucho menos! ¿Qué pasaría si pudiéramos elegir la forma y el momento de realizar ese Grand Finale que a todos nos llegará? Un privilegio que solo pocos han tenido.


¿Arrepentimientos?, ¿Culpas?, ¿Cosas inconclusas o que no hicimos por miedo al éxito o al fracaso? Todo eso le preguntaba al “Andariego” que solo me palmeaba la espalda como queriendo decirme ¡¡¡CALLA DRAMÁTICO!!! La desesperación de tanta estupidez hacia que a mi compañero le diera nauseas continuar con nuestra poco común charla semanal.


-Antes de que continúes con tus idioteces déjame decirte algunas cosas. Decía aquél.


-¿Sabes cuál sería el verdadero “Fin del Mundo” como lo conoces? Si, a ese que tanto le puedes llegar a temer y del cual huyes ¿Lo sabes?...


Aquel momento en que las personas no sean egoístas y dejen la traición y la avaricia. En el instante en que los rencores queden de lado y simplemente se ocupen de no preocuparse por lo vano y material. Cuando dejemos de ver que los niños en la calle no piden limosnas para sobrevivir un día más. ¡Cuando la violencia cese y las guerras no existan! Cuando dejemos de pensar que nadie es más miserable que nosotros. ¡Cuando aprendamos a perdonar y enmendar los errores! Egoísmo; Traición; Vanidad y Rencor… Esos son los verdaderos 4 jinetes del apocalipsis que viven entre los hombres y mujeres. Debemos evitar que crezcan en la gente y se multipliquen pero, mi querido amigo, tal parece que ya es tarde para cerrarles la ventana.


Tal vez llegará el día en que ese mundo vano acabe. Que la oscuridad humana no prolifere y acabe con los muchos que aun guardan luz para guiar a los demás. Espero que suceda, aunque créemelo, no estaremos aquí para verlo.


El brevísimo monólogo del Andariego me había dejado anonadado y pensativo. Simplemente tenía razón. La dureza de aquellas palabras hacían que meditara callado mientras miraba el reloj. Las 9:21 de la noche era el momento de partir. Mi gran amigo Andariego emprendía de nuevo el camino hacia la lejanía del sendero, perdiéndose entre la oscuridad de los árboles y las tenues luces que bordean el Parque.


Mientras caminaba y repasaba la plática ya de regreso a casa, miraba con atención un pequeño cartelón que resumía en unas cuantas líneas lo que acababa de escuchar:


... Y al final de los tiempos, Kukulkán descendió de su castillo para presenciar como el mundo no se acabaría solo. Los que lo habitaban se encargarían de hacerlo...



Y como dicen algunos: No me da miedo que se acabe el mundo. Me preocupa que siga igual.


Carlo Moreno-Jiménez (el Andariego)
Ciudad de México, distrito Federal, a 21 de diciembre del 2012




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